La barbarie vivida en Bilbao, con los ultras del Athletic y el Spartak de Moscú campando a sus anchas por los alrededores de San Mamés, ha traído a la memoria las peores imágenes de la Eurocopa del 2016 en Francia. El ertzaina fallecido por un infarto ha aportado la dosis final de dramatismo a otro episodio con presencia de los radicales más peligrosos del mundo, que recibirán en su casa el próximo verano a los aficionados de otros 31 países. Quedan menos de cuatro meses para el inicio del Mundial y hay miedo.

Marsella acogió los mayores episodios de violencia en la pasada Eurocopa. Allí se vivieron batallas campales entre hooligans ingleses y rusos, que llenaron de sangre las calles. Más de 10.000 hinchas rusos se movieron por el país, con 150 ultras de máximo riesgo. El pánico se palpaba en otras ciudades como Lille o Toulouse, donde la selección disputó su último partido contra Gales. Allí la policía deseaba la eliminación rusa para evitar daños mayores, mientras los hoteles extremaban los controles con listas exhaustivas de los hinchas.

Xenófobos y homófobos

Por San Mamés se pudo ver a cabezas rapadas rusos enfrentándose a los ultras de Herri Norte Taldea, que mantienen lazos con la izquierda abertzale. El campo de batalla, azuzado por los 500 ultras rusos, acabó con una decena de heridos, lejos de las cifras de Marsella, donde grupos salvajes como Fratia o Gladiator Firm 96 causaron un destrozo lamentable, exhibiendo sus duros entrenamientos en los bosques. La UEFA multó a la federación rusa con 150.000 euros y rozó la expulsión del campeonato. La amenaza vuelve a estar presente, aunque la FIFA ratificó ayer su «plena confianza» en Rusia para garantizar la seguridad del Mundial.

En «acto de servicio»

Mientras, se siguen develando detalles del trágico suceso del jueves. Los compañeros de Inocencio Alonso en la Brigada Móvil de la Ertzaintza están a la espera de que un informe forense aclare si su muerte fue tan fortuita como inicialmente se ha explicado. El análisis aclararía si su fallo cardiorespiratorio tuvo que ver con el impacto de una bengala que, supuestamente, el agente sufrió minutos antes de desmayarse. «No consentiremos que la Consejería haga pasar como muerte natural lo que ha sido una muerte en acto de servicio», advierte el ertzaina Juan Carlos Sáenz.