A veces es difícil comprimir la historia. No me refiero a la del partido, uno de los espectáculos más grandes que se pueden vivir en nuestra provincia. La historia a la que me refiero es a la que ayer vivieron todos y cada uno de los groguets. El Liverpool tiene historia, mitos y leyendas, pero casi todos conjugados en pasado. Por contra, el Villarreal escribe la historia en presente, paso a paso, partido a partido, con ilusión y esperanza.

Con todo ello cumplió ayer el Villarreal y sus aficionados. Las gradas parafrasearon la advertencia del túnel de vestuarios del campo de los reds de This is Anfield para dejar claro a los ingleses que esto es el Yellow Madrigal. Era el momento de disfrutar y dar rienda suelta a esa ilusión, cosquillas en el estómago incluidas, alimentada durante todo el día. Las megafonías de los colegios cantaban el Yellow Submarine; en las tiendas, y hasta en las consultas médicas, no se hablaba de otra cosa; el teléfono reventaba con mensajes, el color groguet en cada rincón y el Submarino de la Celtic, con charanga y comida incluida, navegó por las calles hasta llenar hasta los topes la plaça de la Vila para sorpresa de reds y groguets; algunos de ellos venidos de otras latitudes para vivir la historia. Y lo mejor es que el Villarreal, como dijo Marcelino, disfrutó e hizo disfrutar.

La historia contara los hechos, pero cada uno de los que ayer vivimos la jornada tendrá la suya. Serán relatos de ilusión y de esperanza, firmadas en tiempo de descuento con el gol de Adrián y rubricadas al canto unánime de Amarillo es el Villarreal para asaltar Anfield y jugar la deseada final; esa que nos debe la historia. Lo importante es vivir y disfrutar el presente. H