En plena reconstrucción del Liverpool cara a la próxima temporada, Jürgen Klopp ha perdido varias piezas en el momento crucial. Benteke, Can, Henderson y, ahora, Origi, han caído por varios motivos, algo que puede condicionar el planteamiento del alemán.

Todos hablan y no paran del 4-3 contra el Dortmund, pero a Klopp no le debió gustar su equipo, que ofreció síntomas de debilidad defensiva. Seguro que estuvo más conforme con el Liverpool serio y equilibrado de la ida. Allí aparcó su 4-2-3-1 y volvió al 4-3-3, con unos reds con una muy buena defensa zonal a base de constantes ayudas, coberturas y basculaciones defensivas, presionando arriba y luego retrocediendo las líneas para instalarse en un repliegue bajo agrupando efectivos por detrás de la pelota. Es un equipo que se maneja mal en el intercambio de golpes por sus malas transiciones defensivas, pues deja muchos elementos descolgados arriba.

RENUNCIANDO A LA POSESIÓN // Klopp, en Dortmund, formó con su retaguardia habitual y tres volantes interiores por delante. Al técnico no le interesó la posesión (36%) y priorizó juntar líneas y sellar los pasillos interiores y exteriores: los reds sufren con los balones a la espalda de la defensa, así que centró su atención en los pasadores del rival, que no gozaron de tiempo ni espacio. Esta debería ser la idea de juego en El Madrigal, con los recambios de Leiva, Allen y Sturridge en lugar de Can, Henderson y Origi. Otra fórmula que ha estudiado Klopp es la de jugar sin un primer atacante: Sturridge fuera y dar entrada a Firmino como falso 9 para tener más control del esférico.

Este Liverpool vive más de la inspiración de sus mediapuntas, los más creativos y desequilibrantes, que, por su versatilidad, aparecen por cualquier parte. Y, ante ellos, no es aconsejable recular, ya que si no desbordan, tienen facilidad para el golpeo de media o larga distancia. Parten de posiciones abiertas para crear superioridades a espaldas de los pivotes rivales y, a la vez, generan espacios para las proyecciones de dos laterales que suben con determinación, aunque a domicilio son más selectivos. Tampoco hay que olvidar el poderío ofensivo del Liverpool a balón parado.

Nos encontramos, pues, a un Liverpool que cambió a un técnico que adora la posesión por otro al que le encanta el contraataque. Un equipo que manifiesta tantos defectos de la etapa anterior como virtudes de la nueva. H