Hace cinco años, Maggie Nichols era una de las estrellas emergentes de la federación estadounidense de gimnasia -conocida como USA Gymnastics (USAG)- y se daba por hecha su presencia entre el grupo de atletas que en 2016, liderado por la gran Simone Biles, competiría por el oro en los juegos olímpicos de Río. Sin embargo, su prometedora trayectoria se torció en mayo de 2015, cuando confesó a su entrenadora que el doctor del equipo, Larry Nassar, la había agredido sexualmente. Entonces el presidente de la federación, Steve Penny, les aseguró a ella y a sus padres que iniciaría una investigación interna, y que reportaría la acusación al FBI; todo lo que obtuvieron de la USAG, sin embargo, fue el silencio. Poco después, Maggie fue dejada fuera del equipo olímpico.

La que cuenta el sobrecogedor documental Gimnasta A: el médico depredador, recién estrenado en Netflix, es su historia y la de todas aquellas de sus compañeras que fueron violadas por Nassar, el hombre a quien confiaban el funcionamiento de su cuerpo y que las hizo creer que practicarles penetraciones vaginales con los dedos era parte necesaria del tratamiento. A lo largo de la película, varias de ellas hablan con desgarradora franqueza sobre su terrible experiencia, que les causó a ellas y a sus familias heridas que siguen sin cerrarse. Sabía que a las víctimas de abusos sexuales no se las trata bien. Se las ridiculiza, se las cuestiona, se las culpa, se las humilla... Con 15 años, no habría sido capaz de soportar eso, explica Rachael Denhollander, que en 2000 fue violada por el doctor y 16 años después se atrevió a liderar una causa penal que llegó a sumar 300 denuncias; se estima, eso sí, que Nassar violó a más de 500 gimnastas -la más joven de solo 11 años- a lo largo de sus tres décadas empleado por la USAG y por la Universidad del Estado de Michigan. Las tres condenas que recibió por ello y por las 37.000 imágenes de pornografía infantil que le fueron requisadas aseguran que jamás saldrá de la cárcel.

Gimnasta A, en todo caso, no se limita a exponer a ese monstruo. Su vehículo narrativo es la investigación periodística del rotativo The Indianapolis Star que destapó el escándalo -el primer artículo fue publicado el 2 de agosto de 2016, solo unos días antes de que Biles y su equipo ganaran nueve medallas en Río-, y en el que quedó al descubierto todo un sistema de encubrimiento y coerción. Para mantener la impecable imagen de la USAG y los millones de ingresos que obtenía gracias a ella, Penny protegió a Nassar ignorando las quejas de las atletas y sometiendo a estas a amenazas e intimidaciones. Y no solo a él porque, según descubrieron los periodistas, en el pasado la federación ya había dado carpetazo a reclamaciones de la misma índole contra 54 entrenadores. Alrededor de las gimnastas había depredadores sexuales por todas partes, recuerda ante la cámara otra de las supervivientes, Jennifer Sey.

CRUELDAD SISTÉMICA

Los directores de Gimnasta A, Bonni Cohen y Jon Shenk, señalan otras dos piezas esenciales de ese abuso institucionalizado: Béla y Marta Károlyi, los afamados entrenadores que habían convertido a Rumanía en una superpotencia de ese deporte y creado gimnastas perfectas como Nadia Comneci, y que a su legada a Estados Unidos en 1981 se hicieron cargo de la selección femenina. Como explica en la película John Manly, abogado de las víctimas de Nassar, los Károlyi crearon un ambiente de miedo, intimidación y silencio, diseñado para hacer que las chicas aceptaran el dolor y el sufrimiento como el precio justo del éxito y nunca cuestionaran a sus instructores. Les proferían insultos como cerda o vaca gorda, y las abofeteaban tan fuerte que los anillos de Marta dejaban marca. Las sometían a una crueldad que ellas eran demasiado jóvenes para reconocer como tal.

En ese contexto, asegura Jamie Dantzscher, Nassar parecía la única persona buena en el mundo de la gimnasia. La medallista olímpica relata cómo el doctor era amable con ellas y les proporcionaba comida y dulces a espaldas de los Károlyi, cómo se ganaba su confianza para traicionarla después mientras fingía trabajar para su bienestar, robándoles sus primeras experiencias sexuales y condenándolas al trauma.

Las responsabilidades por esos crímenes aún están lejos de ser depuradas. Tras dejar la presidencia de la USAG, Penny fue arrestado en 2018 y permanece a la espera de juicio. Y hace solo unas semanas, Biles se sumó a una demanda por abuso sexual presentada por las gimnastas contra el Comité Olímpico de Estados Unidos. Comoquiera que se resuelvan ambos casos, se hace difícil calcular cuánto tardará la sombra de la sospecha en dejar de proyectarse sobre el mundo de la gimnasia.