Los días pasan y las esperanzas para que Kiko Ramírez continúe como entrenador del Castellón se desvanecen. Todo queda a expensas de este jueves, convertido en un día D no solo para conocer si el tarraconense acaba renovando, una decisión de la que, en esta oportunidad, dependen otras muchas cuestiones trascendentales para la entidad.

Son tales las muestras de apoyo de la afición albinegra que respaldan a Ramírez, que éste se vio ayer forzado a corresponderlas, de algún modo, a través de las redes sociales, que bullen en favor de la renovación del técnico, que la supedita a que la oferta económica a la baja que le presente el club sea aún atractiva, a que el proyecto deportivo le ofrezca garantías de volver a pelear por el ascenso y a la participación en la confección de la plantilla. Algo de lo que está siendo ajeno (Ramón Moya ya ha comenzado a contactar con futbolistas).

Esto último es lo que ha enervado a Ramírez. En esa clave hay que leer sus dos tuits de ayer. Uno primero decía que “sentir gratitud y no expresarla es como envolver un regalo y no darlo. Gracias por vuestros mensajes, vuestro apoyo. Mil gracias, albinegros”. Uno segundo iba un poco más allá: “Si la coherencia y el sentido común no lo arreglan, esta maravillosa historia se acaba. Un orgullo ser de los vuestros. #PPO”.

DILEMA // La situación de Ramírez coloca a Moya y David Cruz en la encrucijada. Parece difícil la convivencia entre el tarraconense y el responsable de la dirección deportiva, cuya relación es inexistente (no han hablado desde la conclusión del partido en Gavà). Sin embargo, teniendo en cuenta el respaldo unánime de la afición (no solo por los resultados, sino por su forma de ser y comportarse desde que tomara las riendas del equipo), este asunto se convierte en una bomba de relojería que el presidente y el director deportivo solo desactivarán si le renuevan, para lo que Jordi Bruixola lleva días trabajando denodadamente. En caso contrario, se avecina otro verano tormentoso... H