Era junio del 2008. Roland Garros lo acababa de ganar la serbia Ana Ivanovic cuando una joven Garbiñe Muguruza pisaba la pista central del Club Tennis Turó en Barcelona para disputar su primer partido en el circuito WTA. Tenía 16 años y le habían dado una invitación para jugar su primer partido profesional. Ese día perdió pero se llevó dos puntos para el ránking y 175 dólares de premio. La rusa Maria Kondratieva fue su rival. Ella ni se acordaba del nombre, "solo que perdí", recordaba a EL PERIÓDICO hace unos meses, cuando pisó el mismo escenario para realizar un anuncio.

Seis años después, su vida ha cambiado bastante. Muguruza ha ganado su primer Roland Garros, ya lleva acumulados 8.641.863 dólares en premios y este lunes estrenará su ránking como número 2 mundial. Hace un par de años ya anunció sus intenciones cuando se dio a conocer en París al eliminar inesperadamente a Serena Williams en segunda ronda (6-2, 6-2). Este sábado ha vuelto a imponerse a la actual número 1 mundial y campeona anterior en París. La mejor revancha de la final perdida un año atrás enWimbledon ante la propia estadounidense.

A BARCELONA CON 6 AÑOS

Nacida hace 22 años en Guatire (Venezuela), de padre vasco,José Antonio y madre venezolana, Scarlet Blanco, Muguruza llegó a Barcelona con seis años para acompañar a sus hermanos mayores, que querían ser tenistas. La familia se instaló en Santa Coloma de Cervelló para que pudieran entrenarse en la academia Top Ten de Lluís Bruguera, padre del campeón de Roland Garros, Sergi Bruguera.

Allí estuvo estudiando y jugando al tenis hasta los 16 años, en que se marchó para formar un grupo de elite de promesas del tenis femenino español junto a su entrenador Alejo Mancisidor, a quien estuvo unida hasta el año pasado, que rompieron una relación de cinco años antes de empezar el Abierto de Estados Unidos y tras haber disputado la final de Wimbledon. "Necesitaba cambios", explicó Muguruza.

Sam Sumyk, un entrenador francés afincado en Florida y que había dirigido a Viktoria Azarenka y Eugenie Bouchard, fue el hombre elegido por Muguruza para reactivar su carrera. De su mano ganó el primer título importante en Pekín y la semifinal del Master de Singapur. "Garbiñe ha mejorado muchas cosas y tiene una gran ambición. Hay mucha calidad en ella", asegura el técnico.

FUERTE TEMPERAMENTO

Muguruza no había tenido buenos resultados en este 2016 y Sumyk pagó su enfado en febrero en el torneo de Doha cuando la española le recriminó públicamente ante las cámaras de televisión. "¡Dime algo que yo no sepa ya!", le soltó para añadir: "Con 3-0 en contra no voy a morir tras una pelota". Días después incluso se planteó no jugar en Indian Wells porque no se sentía preparada.

Muguruza reconoce que tiene un carácter fuerte. "No me gusta perder. Soy muy competitiva y ganadora", asegura la tenista que, en la pista, igual que fuera de ella, le gusta "llevar siempre el mando y el control del juego". Atacar antes que defender. En ese sentido no es una jugadora que tenga un plan B cuando los partidos se le complican. Su potencial físico y técnico nunca ha estado en duda, pero es capaz de alternar lo mejor y lo peor. En eso ha mejorado. "La experiencia te permite cambiar lo que has hecho mal. Ahora, cuando juego partidos difíciles, me siento más capaz de superarlos".

RESIDENCIA EN GINEBRA

Con la etiqueta de "cara nueva del circuito femenino", Muguruza tiene un esplendoroso futuro. La tenista decidió hace un par de años adoptar la nacionalidad española para poder jugar la Copa Federación y los Juegos Olímpicos por España. El Consejo Superior de Deportes (CSD) apostó fuerte para evitar que jugara por Venezuela. "Quiero a Venezuela pero me formé tenísticamente en España", explicó Muguruza que, pocos meses después, ha decidido fijar su residencia en Ginebra (Suiza). "Vivo con mi familia y me encuentro muy bien para entrenar allí", ha explicado por el cambio, que mejora su fiscalidad personal.