Carlos Barbero y Juanjo Lobato son algo así como alumnos que necesitan aprender a abrirse camino en el revoltoso oceano de los mejores velocistas. Como si el Mundial fuera una escuela, Barbero (25 años, Caja Rural) y Lobato (27 años, Movistar, ahora, y Lotto-Jumbo el año que viene) tratarán de buscarse la vida en el Mundial con menos 'glamour' que se recuerda; por lo menos en los últimos 30 años, que son muchos. Lejos de los escenarios ciclistas por naturaleza, en búsqueda de una globalización de este deporte, muchas veces innecesaria, y pensando más en los patrocinios, el dinero y las inversiones, el campeonato del Mundo 2016 se celebra en Doha, en Catar, sin público, sin cuestas, ni una a no ser las elevaciones de seguridad en los pasos de peatones. Las azafatas son azafatos y los espectadores se notan por su ausencia.

Las caravanas, los 'maillots' de variados países, las noches animadas al lado de los repechos donde se acostumbran a suceder los ataques, la música, las canciones y, por qué negarlo, la cerveza y el vino para combatir el frío nocturno. Estas escenas son el alma de un Mundial, la esencia, el salero de la prueba en la que se juega el jersey arcoíris y dos medallas (plata y bronce) que sirven para salir de la carrera con los deberes bien hechos.

EL MUNDIAL DEL CALOR

Catar pasará a la historia por ser el Mundial del calor, del desierto (en todo), de los edificios lujosos de Doha y donde un esprinter se coronará ante la ausencia de las grandes figuras del pelotón mundial. Ni han ido ni se les esperaba porque nada tenían que aportar, que decir en un territorio que no era el suyo. Por eso, desde hace meses ya se sabía que ni Chris Froome, ni Nairo Quintana, ni Vincenzo Nibali (a pesar de su caída en Río), ni Alberto Contador se dejarían ver por Catar. Tal vez quedaba la esperanza de que Alejandro Valverde liderase el equipo español, porque le va la marcha, porque se apunta a todo... a todo menos a viajar a Catar.

Un esprinter, salvo una sorpresa tan monumental como la soledad del desierto, se llevará el jersey arcoíris que Peter Sagan ha paseado de forma majestuosa en el último año. Hasta Sagan, más completo y figura que el resto de velocistas, lo tiene complicado ante la firmeza de un pequeño pelotón de velocistas donde están Mark Cavendish, André Greipel, Fernando Gaviria, Tom Boonen, Nacer Bouhanni, Marcel Kittel, Alexander Kristoff y Michael Matthews. Por parte española, aparte de los dos velocistas, corredores como Jonathan Castroviejo (bronce en la contrarreloj mundialista), David de la Cruz y Luis Ángel, sin olvidar a Fran Ventoso e Imanol Erviti, tratarán de animar la carrera.

Y una llegada masiva, como ha sucedido en la mayoría de carreras hasta ahora celebrada, aguarda a la prueba reina, como ha ocurrido este sábado en la prueba femenina ganada por la danesa Amalie Dideriksen con la holandesa Kirsten Wild (medalla de plata) y la finlandesa Lotta Lepisto (medalla de bronce). La corredora riojana Shelia Gutiérrez, buscandose la vida (una constante en el ciclismo femenino español) consiguió acabar octava, una recompensa a su trabajo, para seguir creciendo, con 22 años, en el pelotón internacional.