Un punto casi caído del cielo a dos minutos del final. Un punto de oro en un flojo partido de los amarillos ante un Espanyol que dispuso de más ocasiones que el Villarreal y que, sobre todo en la primera parte, puso en evidencia el entramado defensivo de un Submarino demasiado vulnerable. Pero también es cierto que el 2-2 llegó porque el conjunto groguet nunca se marchó del choque y con Leo Baptistao como reactivante encontró el premio merecido por su competitividad en los minutos finales.

Un empate que sabe a gloria y que puede considerarse como un buen botín para el Submarino. Cuando no se está bien, salir airoso puede entenderse como una victoria. Y eso es lo que consiguió ayer el equipo amarillo.

El Villarreal hizo aguas en su punto más fuerte: la defensa. Marcelino se había pasado los últimos días insistiendo ante los suyos en la mejora del juego ofensivo y trabajando para conseguir mayor número de llegadas al área rival, punto de partida para progresar desde la solvencia defensiva, que había convertido a Areola en el tercer portero menos goleado.

Las lecciones de Marcelino llegaron a su destino y el equipo exhibió más fluidez en ataque, pero, por contra, se mostró titubeante y débil atrás.

La baja de Víctor Ruiz fue cubierta por Eric Bailly, mientras que Jaume Costa ocupó el carril zurdo por Adrián Marín, quien pasó de titular a quedarse fuera de la citación por decisión técnica. El resto del once fue el habitual y el que se puede considerar de gala, puesto que es el que se viene repitiendo semana a semana en la Liga, más cuando la Copa pasó a mejor vida esta temporada.

Los dos equipos interpretaron la misma partitura: fútbol al primer toque y velocidad en el movimiento del balón. El Espanyol, desde que Galca asumió el mando, quiere jugar y lo intenta siempre, y cuando como ayer le pone un plus de intensidad, se convierte en un oponente muy duro sobre todo en su estadio.

El Submarino tuvo que soportar el golpe de recibir un gol a los tres minutos de juego. Caicedo, que se convirtió en un fuerte dolor de cabeza para Musacchio y Bailly, se mostró certero y listo para ganar la mano a la zaga amarilla y adelantar al Espanyol.

Por momentos, los amarillos se quedaron groguis y como fuera del partido, con el agravante de mostrar una inseguridad hasta ahora desconocida en la zaga amarilla, con un Mario muy por debajo de su nivel, Bailly totalmente fuera del partido y Musacchio mostrando un nivel de intensidad que no alcanzaba el mínimo exigido.

Sin embargo, de medio campo hacia arriba, se alcanzaba el área con lucidez y se plasmaba un juego interior basado en los desmarques de Soldado y Bakambu que insinuaba siempre peligro, con los trazos de compás de Manu Trigueros y Denis Suárez.

Soldado trazó una pared de espuela con Trigueros y el talaverano mandó a la red un potente disparo a los 25 minutos que devolvía el partido a su punto de comienzo. Pero el Villarreal ofrecía muchas facilidades atrás.

Y sufrío. Un zambombazo de Burgui desde una esquina del área se estrelló en la madera cuando ya Areola estaba batido.

El Espanyol aprovechó el filón y las facilidades para plantarse más de lo que es normal para un equipo de Marcelino en el área amarilla. Caicedo estuvo a punto de dar un susto gordo en un uno contra uno con Bailly en el área que la grada reclamó como penalti, aunque lo cierto es que él costamarfileño tocó el balón.

Un error de Mario en la banda, la pasmosa falta de concentración de Musacchio al quedarse clavado al trazar la línea del fuera de juego, desencadenaron el 2-1, obra de Gerard Moreno, mucho más listo y hábil que sus excompañeros de equipo. El Espanyol recuperaba el mando del partido antes de alcanzar el descanso.

El míster intentó taponar la hemorragia quitando a Bailly del campo y dando entrada a Bonera en el eje de la zaga. El italiano dio un poco más de seriedad atrás, aunque el Espanyol le generó muchos problemas a los groguets en las contras, superando por velocidad a los amarillos y plantándose con más asiduidad de la normal delante de Areola. Además, los periquitos le tomaron la medida a los de Marcelino y las acciones de peligro en el segundo tiempo ya no eran tan fluidas como en el primer tiempo.

‘SOLUCIÓN LEO’ // El entrenador amarillo optó por una solución que no había puesto en práctica hasta la fecha ubicando a Leo Baptistao en el centro del campos en lugar de Jonathan más pegado a banda. Y su entrada al campo le dio más desborde, mordiente y agresividad al Submarino, con un plus también de carácter. Lo mejor de la segunda parte por el lado amarillo salió de sus botas.

El Espanyol buscaba el 3-1 y se encontró con el 2-2 casi in extremis en un saque de esquina, en el que Musacchio, de cabeza, voló por encima de la zaga local y dejó congeladas las gradas de Cornellà que ya acariciaban el triunfo. El Villarreal sumó un punto con el que casi ya no contaba. H