Tras clasificarse el viernes para su partido en cuarta ronda en el Abierto de Estados Unidos, que le iba a enfrentar al francés Lucas Pouille, Rafael Nadal avisó: «Hay que estar preparado para sufrir». Ayer, en la pista del Arthur Ashe, se comprobó que el balear sabía muy bien de lo que hablaba. El joven galo de 22 años, cargado de talento, derrotó al campeón balear en un partido de alto voltaje que se cerró después de cuatro horas y siete minutos con 6-1, 2-6, 6-4, 3-6 y 7-6 (8-6). La victoria de Pouille garantiza un duelo francés en los cuartos, adonde también ha llegado Gael Monfils, y donde también está clasificado Jo-Wilfried Tsonga.

Nadal, que en Nueva York había ido recuperando confianza y comodidad y volvía a disfrutar del tenis dejando evidentemente atrás los problemas de la muñeca izquierda que le hicieron abandonar Roland Garros y perderse Wimbledon, era consciente de que se enfrentaba con un jugador muy completo, con un arsenal de buenos tiros, que es una de las nuevas estrellas del tenis. Pero ese rival que anotó 11 aces frente a uno solo del español salió, además, armado con otra de las herramientas claves: la confianza.

Pouille, que empezó a disputar Grand Slams en el 2008 en Roland Garros, para cuando Nadal ya llevaba 11 de sus 14 grandes, nunca había pasado de la segunda ronda hasta que llegó a cuartos de final este año en Wimbledon. Y en Nueva York, donde apeó también del torneo a Roberto Bautista Agut, ha ido interiorizando una lección. «Nunca has acabado hasta el final».

«No podía soñar nada mejor que esto», decía exultante en la entrevista a pie de pista el joven, que tiene no solo talento y juego sino el descaro de la juventud. Según la prensa francesa, estos días ha hablado de Rafa Nadal como «un modelo» y «uno de los tres o cuatro extraterrestres del deporte».