Rafael Nadal sabe meterse al público en el bolsillo. El viernes en Arthur Ashe, de nuevo convertido en la estrella de la sesión nocturna (a la que asistieron un récord de 25.006 espectadores), el balear tenía el partido contra el ruso Andrey Kuztnesov bajo absoluto control. Se había apuntado un impresionante primer set con 6-1. Aunque en el segundo mostró algunos problemas con su servicio y lo dejó escapar dos veces, también rompió tres y se llevó la manga con 6-4. Todo estaba encarrilado también en el tercer set y servía con 5-2. Se le escaparon las tres primeras bolas de partido (incluyendo con una doble falta, su sexta en el encuentro), pero el penúltimo punto dejó uno de esos momentos que llevan a los fans al éxtasis, el replay asegurado de la jornada.

Tras haber subido a la red Nadal tuvo que correr para llegar a una pelota enviada al fondo por Kuztnesov. Llegó y respondió con unglorioso globo entre las piernas. Aunque la raqueta se le cayó de las manos, la recuperó a tiempo para alcanzar el globo de respuesta que Kuztnesov había metido también in extremis. Y entonces remató. Celebró el público. Celebró él.

Ya con ventaja, a Nadal solo le quedaba cerrar, y cerró. Punto, juego, set y partido. 6-1, 6-4 y 6-2. Ahora, en cuarta ronda, le espera Lucas Pouille, el talentoso joven francés que se labró su camino a costa de Roberto Bautista-Agut (3-6, 7-5, 2-6, 7-5 y 6-1).

"BUENAS SENSACIONES"

Nadal está, como reconoce, “disfrutando”. Disfruta estar de vuelta en la competición en el año en que una lesión en la muñeca izquierda le obligó a dejar las pistas durante Roland Garros y le mantuvo alejado de ellas dos meses y medio. Disfruta de la retroalimentación de pasión y energía que siempre ha caracterizado su relación con el bullicioso público de Flushing Meadows, ante el que el 14 veces campeón de Grand Slam se ha coronado ya en dos ocasiones. Y disfruta de tener “buenas sensaciones” con su tenis, con esa muñeca en la que aún siente “algo”, pero un algo que “no está limitando” su juego. Eso, asegura, “es lo más importante”.

Le preguntan una y otra vez por el nivel al que se encuentra y él prefiere no marcar nada exacto, no comparar. Solo recuerda que cuando tuvo que parar, en París, “estaba jugando bien”, se sentía “preparado”. Y ahora que la muñeca cada vez duele menos, ahora que está mejorando la derecha paralela que es uno de sus tiros más importantes, le abre la pista y le permite tener más impacto en sus rivales con derechas cruzadas con efecto, suena y se ve similar. “Lo único que sé es que estoy feliz”, insiste.

Alguien le recordó en su encuentro con la prensa que en sus tres primeros partidos en este Abierto, ganados sin ceder ni un solo set,ha perdido menos sets que en ninguna edición previa del grande neoyorquino. Pero él le quita peso a la estadística. “Solo es un dato ¿no?”, decía. “No va a tener mucho impacto en lo que viene". Viene la cuarta ronda. Viene Pouille.