Hace quince días que se estrelló, cerca de la ciudad colombiana de Medellín, el avión que transportaba, junto a otros muchos pasajeros, a la expedición del Chapecoense, de Brasil, y más de una veintena de periodistas. Solo sobrevivieron seis personas: tres jugadores, dos tripulantes y un periodista, Rafael Henzel, que, a punto de regresar a su tierra, a Brasil, ha relatado cómo fueron los últimos minutos del trágico descenso, accidente.

“No cundió el pánico, ni se produjo griterío alguno durante la caída. Había silencio. Lo único que nos habían dicho y repetido hasta la saciedad cuando preguntábamos era que faltaban diez minutos para el aterrizaje. No nos avisaron de nada más, ni siquiera dijeron por megafonía que debíamos ponernos los cinturones. Se apagaron las luces y no supimos más”. Así lo ha narrado Henzel, a diversos medios suramericanos, sus sensaciones en los minutos trágicos del accidente. Henzel, narrador de Radio Oeste Capital, iba acompañado de 20 compañeros de profesión. “Los dos amigos con los que compartía la fila de asientos, en la cola del avión, fallecieron”. El Chapecoense iba a jugar, en Medellín, el partido de ida de la final de la Copa Suramericana frente al Atlético Nacional.

FALTAN DIEZ MINUTOS

"Faltan diez minutos", esa respuesta es la que repitieron, varias veces y durante varios minutos, los tripulantes del vuelo de LaMia, que hace dos semanas se estrelló en Medellín. "Diez minutos", recuerda Henzel con la voz firme, ya en vías de recuperarse de todos sus males, jamás del susto y que hoy llegará a la ciudad de Chapecó, también estremecida por la pérdida de 71 personas en aquel accidente.

“Comenzamos aquel viaje en San Pablo. Tardamos poco más de una hora hasta Santa Cruz de la Sierra. De allí a Medellín. El ambiente que había en la delegación era de felicidad. Todo el mundo estaba alegre por el acontecimiento al que íbamos. En ese vuelo 2933 convivíamos el plantel, técnicos prensa y demás acompañantes. Todo era en el marco de un clima festivo", comenzó relatando.

"El vuelo desde Bolivia venía con normalidad, hasta que tuvimos una turbulencia. Allí saltó una alarma, que terminó siendo la única que hicieron sonar la tripulación. El vuelo se estaba alargando más tiempo de lo normal. Comenzamos a preguntar si no era ya hora de aterrizar. 'Faltan 10 minutos para llegar', nos dijeron algunos miembros de la tripulación. A cada consulta que hacíamos, teníamos la misma respuesta: 'Diez minutos'", continuó relatando el periodista.

SE FUE LA LUZ

A continuación, Henzel se metió de lleno en los minutos previos a la tragedia: "De pronto, sin apenas darnos cuenta, las luces del avión se apagaron todas, por completo. Se hizo la noche y el silencio. Nadie informó de nada, nadie dijo que se había producido alguna anomalía, nadie. Puedo desmentir, totalmente, que la tripulación nos previniese en algún instante sobre la falta de combustible y de que podíamos realizar un aterrizaje de emergencia. Esa información nunca, insisto, jamás nos la proporcionaron".

“No sé cuánto tiempo pasó desde que se apagaron las luces y el avión se estrelló. Sólo me acuerdo que miré hacia mi izquierda, ya que estaba en la penúltima fila del avión, en el lado derecho. Miré a mi costado y vi a un miembro de la tripulación con el cinturón de seguridad puesto. Por esa imagen, imagino que ni esa persona sabía exactamente lo que estaba ocurriendo. Había un silencio sepulcral. Aterrador. Todos los motores dejaron de funcionar. Después de ese silencio, se estrelló", relata Henzel.

SU HIJO SABÍA QUE ESTABA VIVO

"Me desperté cuando un grupo de rescate pasaba cerca de donde me había caído. Comencé a gritarles para llamar su atención. Fui el penúltimo en ser rescatado. Mi asiento había quedado atrapado entre dos árboles y mis piernas estaban entre las ramas. Cuando desperté, vi a mis dos colegas, Renan Agnolin y Djalma Neto, con los que iba sentado en la misma fila, pegados a mí. Los tres asientos, toda la fila, supongo, se habían despegado a la vez. Yo iba en medio de ambos. Ellos dos fallecieron", recuerda.

Henzel contó que, al llegar al hospital, lo primero que hizo fue pedir un teléfono para llamar a su familia. Cuando llamó a casa, descolgó su esposa, pero, según relata el diario argentino La Nación, solo recuerda la frase de su hijo, de 11 años: "Yo sabía que no estabas muerto, lo sabía". Y Henzel concluye su relato, en sollozos, aseguran que su hijo le dijo que “mi respiración estaba presente en su corazón y eso fue, sin duda, una inyección de vida en mi cuerpo".