Ver para creer. El Villarreal volvió a desperdiciar una renta de dos goles. Igual que en Vigo. En cuatro días ha dejado escapar cinco puntos, lo que, a día de hoy, le situarían totalmente a salvo de cualquier peligro. Anoche se vivió un partido de locura. Una montaña rusa de sensaciones y situaciones distantes en un mismo encuentro. El Barcelona tuvo al Submarino contra las cuerdas y a su merced con un 0-2, después de haber fallado los amarillos dos claras ocasiones con el 0-0. El partido continuó en un taquicardia incontenible pasando al 2-2 y, luego, al 4-2, con posibilidades de alcanzar la goleada por parte del Villarreal. Y luego, como en Vigo, un desenlace de thriller.

Inesperado, esquizofrénico... pero cuando se trata de fútbol, no existe un guión fiel. En el descuento, el Barça marcó dos tantos... y de la euforia se pasó a la desilusión absoluta. Es el destino de un equipo amarillo a veces genial, otras apático y, en otras, decepcionante. Su puesto en la clasificación no es por casualidad. No supo manejar el partido ni el marcador a favor… y acabó pagándolo. La pelea continúa. Un 4-4 que un ver para creer.

El Submarino empezó disparando con balas de fogueo, porque las dos primeras y claras ocasiones fueron groguetas. A los 7 minutos, Ter Stegen ya había demostrado el motivo por el cual está considerado uno de los mejores porteros del mundo. Luego, el Barça respondió con munición de guerra nuclear. Dos llegadas, dos goles. Y el Villarreal se hizo pequeño, casi invisible, en la misma medida que su adversario se mostraba gigantesco y descomunal. Sin Messi, y a mitad de revoluciones, era mucho rival para un Submarino asustadizo y débil.

LO INCREÍBLE / Hasta que Jesús le diJo a Lázaro: levántate y anda. Estaba muerto y resucitó. En La Cerámica, la escenificación del milagro lo obraron tres personas, no una: un asturiano, un camerunés y un nigeriano. Cazorla, Toko-Ekambi y Chukwueze lograron despertar a un Villarreal que estaba entregado y derrotado. El Barça, sin Messi y a medio gas, le tuvo en sus manos y al borde de la humillación con un 0-2 que caminaba más en la frontera del 0-3 y el 0-4 que a otro rumbo, con un envío al palo de Coutinho y una clara oportunidad de Umtiti.

El conjunto amarillo ni tenía el balón ni tan siquiera sentía su olor. El equipo azulgrana nunca se había sentido tan cómodo como lo estuvo en la primera media hora en Vila-real. Hasta que el Mago asumió el mando y empezó a tutear al Barça con sus mismos armas y echando mano del talento descomunal que posee. Y, para ello, se asoció con un Chukwueze descarado y sin vergüenza alguna para hacerle un caño a Alba o Umtiti, encarando a quien sea necesario. Esta sociedad descolocó a un rival que se las prometía felices y que, con los dos goles de Coutinho y Malcom al cuarto de hora, se había puesto ya el bañador para tomarse un respiro en su apretado calendario.

EL 1-2 LO CAMBIA TODO / El Villarreal empezó a quitarse el miedo del cuerpo y Chukwueze, cómo no, marcó un golazo que devolvía la vida a los amarillos a un pase no menos genial de Cazorla. Era como si empezase otro partido. El balón ya era cosa de dos. Intercambio de golpes hasta que Ter Stegen salvó a los suyos a remate del africano, aunque Asenjo hizo lo propio con Luis Suárez.

El Villarreal de la segunda parte volaba, como lo hizo en Vigo en el primer acto. El Barça menguaba a cada paso. Y se hizo diminuto cuando Samu le lanzó un pase en profundidad a Toko-Ekambi, que definió con una frialdad increíble. El 2-2 fue una transfusión de hemoglobina concentrada para todos los jugadores del Villarreal. Mejor no se podía jugar a fútbol, y a tanta velocidad. El camerunés y Chukwueze rompieron una y otra vez en carrera a los Umtiti, Lenglet y cía. Un huracán les pasaba por encima.

Valverde miró al banquillo y le dijo a su Jesús: sal y resucítalos. Lejos de asustarse con Messi ya en el campo, el Submarino continuó jugando con el mando de la Play pegado en la bota. Y le cayeron dos más al mejor equipo del mundo, con el mejor del mundo en el campo. Iborra marcó el 3-2, antes de que Samu y Álvaro tuvieran el cuarto, que llegó en el 80’. Un pase largo de Cazorla y Bacca encara a Ter Stegen, le supera y sube el 4-2 al marcador.

Era una remontada histórica y heroica. Solo quedaban 10 minutos y parecía casi imposible que el Barça pudiera aguar la fiesta. Casi, porque los amarillos han visto en solo cuatro días como le volaban cinco puntos que tenían en el bolsillo. Y otra vez con el cambio de Morlanes, perdió pausa y un punto de control. Otra vez el Villarreal vivió un triste déjà vu. Una vez más volvió a hacer posible lo imposible. En solo tres minutos, el tiempo que concedió el árbitro como prolongación, volvió a pegarse un tiro en el pie. Y cuando pasa tantas veces, deja de ser casualidad o mala suerte.

DE LA ROJA A ÁLVARO A... / Todo empezó con la expulsión de Álvaro por dos amarillas, puede que rigurosas, pero el cántabro debe aprender a controlar sus impulsos. A Messi se lo pusieron a huevo, con un libre directo al borde del área, donde a él le gusta: la metió por la escuadra. Ni con el 4-3 nadie en La Cerámica podía pensar ni en el peor de sus sueños en el empate. Pero, sí, no fueron sueños, sino 20.000 pesadillas porque Luis Suárez, entre un tumulto de piernas, hizo el 4-4.

Al Submarino se le volvieron a escurrir de la mano dos puntos que ya tenía atados, con dos goles de ventaja. En solo cuatro días: en Balaídos fue un 0-2 y, anoche, un 4-2. No queda otra que sufrir y sufrir. No es el año del Villarreal. Eso sí, los que estuvieron en La Cerámica y los millones de espectadores que vieron el partido por televisión, disfrutaron de un espectáculo excepcional. El domingo, en Sevilla, otros 90 minutos no aptos para gente afectada de enfermedades coronarias.

MIÉRCOLES

3 DE ABRIL DEL 2019

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