El Villarreal tiene hambre. Este grupo desprende ganas de venganza, no contra nadie, sino contra sí mismo después de un pasado curso en el que aprobó por los pelos. El Augsburgo se encontró con un 2-6 indecoroso. Pero pudo ser mas duro. El Villarreal de Javi Calleja quiere empezar pisando fuerte. Los seis goles son mera anécdota; lo que dejó ver sobre el campo, no, a 21 días del inicio de Liga.

Al fútbol se juega con los pies y con ellos se debe manejar bien el balón, el objeto sobre el que gira todo. Pero la cabeza, el trabajo físico, el corazón, el desarrollo conceptual de una idea y la armonización del grupo como colectivo son tanto o más importantes que la técnica y el talento que intervienen en la diferenciación entre el éxito y el fracaso, es decir, en ganar, ganar y ganar... el verbo repetido que viralizó con su gracejo especial Luis Aragonés. Calleja ha experimentado una evolución como entrenador sensiblemente notoria, cambiando el barroquismo idílico por el pragmatismo del sabio de Hortaleza. El equipo sigue en rodaje, pero empieza a dejar rastros de cómo será el nuevo Villarreal. Y las sensaciones desde que se inició la pretemporada, con la prudencia lógica, son positivas en el ámbito colectivo y el individual.

Calleja ha alimentado el cazorlismo pero le ha otorgado protagonismo al gen competitivo, equilibrando la experiencia de los Iborra, Albiol y Alberto Moreno, por citar casos concretos, con la juventud y el hambre de crecer de Pau y Moi, llamados a ser piezas importantes en el futuro de un Villarreal con más esencia valenciana. El Augsburgo, un equipo de la clase media de la Bundesliga, sufrió el egoísmo por ganar de este grupo, en el que se vislumbra ambición y una pugna sana por un sitio en el once. La revolución forjada por Calleja para renovar la plantilla llevaba implícita la idea de vacunar al bloque de ese acomodamiento que desencadenó en el sufrimiento por la permanencia de la temporada pasada, con el sexto presupuesto del campeonato. El técnico ha dejado ver su prioridad por el 4-2-3-1 en los primeros compases, pero la riqueza del actual plantel invita a pensar que la variedad táctica será una constante.

LAS GARANTÍAS / Este Villarreal transmite una fiabilidad defensiva sobre la que se deben asentar el resto de cualidades. A Albiol todo el mundo le conoce, es una garantía absoluta, pero la irrupción de Pau apunta a que el chaval de Vila-real lleva camino de seguir los pasos de otras leyendas amarillas como Bruno, Senna o Arruabarrena. Le falta todavía esa dosis de agresividad y contundencia necesarias pero anda sobrado de facultades y saber estar. Moi, el niño prodigio de Miralcamp, dio un recital. Es talento puro, eso lo ve todo el mundo, pero su GPS marca kilómetros y kilómetros, sinónimo de trabajo. La ubicación de Iborra con llegada desde atrás, fue determinante en el final del pasado curso para salir del pozo y ahora debe ser clave para regresar a la clase noble.

Y de momento el gol le sigue haciendo carantoñas al Villarreal. Sin olvidar al Mago, al jugador franquicia, al hombre que interpreta el fútbol como arte, Cazorla. El plus de calidad, diferencial, que aparece cuando lo necesita. Dos asistencias de gol en 60 minutos. Tratar cada entrenamiento y cada partido como si fuera una final, es el mejor indicador. El Villarreal ahora entrena como juega, es decir, con intensidad máxima. Y pasó como un rodillo por encima de Augsburgo. El 2-6 final tiene menos importancia que las sensaciones que dejó el Villarreal. La crónica de los goles es mera anécdota. Raba marcó dos, Iborra, Alberto Moreno, Bacca y el jovencísimo Fernando Niño le dieron brillo a un ensayo más.