Una victoria de prestigio. Trabajada, sufrida, elaborada y merecida. La línea comenzada en Mestalla, pese a la derrota, continuada ante el Atlético, logró ayer en el santuario del Pizjuán (1-2) su reafirmación definitiva con un triunfo que debe suponer un punto de inflexión en la trayectoria de los amarillos y también del propio Javi Calleja.

Este Submarino está más trabajado tácticamente, es más poderoso, más competitivo y más canchero, logrando superar el ambiente espectacular del estadio del Sevilla, plantar cara a un rival que está en zona Champions y era una de las sensaciones de LaLiga y superar sus propios miedos y la autopresión de seis partidos sin conjugar el verbo ganar.

Un Villarreal cambiado y que parece haber aprendido la lección. En Primera, en Segunda y en la última categoría del fútbol solo se gana si compites. Y ahora este equipo groguet compite.

En Mestalla comenzó la nueva reconstrucción amarilla. Calleja modificó los planos de su proyecto en busca de una versión más sólida y destinada a competir con la gama alta de un producto destinado a pelear en un sector más pudiente de la Primera División.

Era el primer paso, que se continuó en el Estadio de La Cerámica contra uno de los equipos top del campeonato como es el Atlético. La remodelación se acercaba al modelo que podría competir de tú a tú con todos los rivales. Con trato coloquial, pero con respeto reverencial al rival. Y en el Pizjuán existía una oportunidad idónea para la confirmación definitiva de que se podía creer de verdad en este Villarreal.

EQUILIBRIO // La reconstrucción se basaba en el equilibrio, dejando atrás las veleidades ofensivas de un equipo que jugaba con demasiada suficiencia contra sus rivales, creyéndose tan bueno como para desestimar el trabajo y la disciplina defensiva porque atacar era lo primero y lo único importante. Otro de los aspectos claves era la recuperación de un termostato para el juego, es decir, un hombre que supiera regular los tiempos y decidir cuándo había que dar pausa, cuándo se debía acelerara y organizar y regular el tráfico. Ese futbolista era Manu Trigueros y el talaverano volvía a recuperar su versión premium. Luego, Calleja resolvía la falta de un mediocentro puro con la ubicación de tres jugadores que se repartían la misión de conferir equilibrio: Iborra, Anguissa y el propio Trigueros.

El tercer factor era colocar a Gerard Moreno de Gerard Moreno, es decir, como delantero centro. Dentro del plan, se contemplaba liberar a Chukwueze de lo que todavía no ha aprendido a hacer: defender. Se beneficiaba el nigeriano y también el equipo. Por último, Mario transmitía más fuerza en defensa, aunque se perdiera más precisión en ataque, pero el balance era superior.

Con ese tuneado proyecto del nuevo Submarino se presentó en el Sánchez Pizjuán Javi Calleja.

Un conjunto amarillo con las líneas más tejidas entre sí y con los agujeros de antaño más cosidos. Lo más lógico es lo más sencillo y con esa idea, y la enorme calidad y experiencia que posee el plantel, la batalla del coliseo hispalense se presentaba complicada, pero por lo menos igualada.

El 4-4-1-1 con la variante de Samu Chukwueze logró que el Villarreal saltara en el césped de Nervión en plan dominante. Un equipo muy metido en su papel y con una idea y un concepto claro. Los de la Plana Baixa parecían un bloque trabajado y que sabía lo que quería y cómo conseguirlo.

PRIMER TANTO // Con ese plan, y con un enorme trabajo solidario grupal, llegó el 0-1 a los 12 minutos de juego por medio de Raúl Albiol en posición de remate en una jugada a balón parado. Restaba un mundo de partido y solo servía la receta de pelear y mantener la concentración muy alta.

El Sevilla se iba rehaciendo y, alentado por su maravillosa afición, ganaba terreno y posesión poco a poco. Los amarillos supieron mantener el tipo y cuidar los pequeños detalles que le estaban condenando, como las zonas de rechaces, los pulsos aparentes sin importancia que acaban desencadenado acciones de gol y la concentración en las acciones a balón parado. Al descanso se llegó bien y sin demasiados problemas con ese gol de ventaja de Albiol.

Pero al Villarreal le quedaba lo peor: aguantar una segunda parte que se presentaba dura y trabada. El Pizjuán empujó a muerte a su equipo, que empezaba a tirar de manual con un Banega que tomó el timón de los suyos de forma magistral. Y empezó a explotar los dos carriles en los que tiene dos verdaderos extremos reconvertidos en laterales con Reguilón y Navas. Los centros laterales comenzaba a generar sensación de peligro y en uno de ellos Munir empaló un tiro imparable para Asenjo que restablecía la igualdad en el marcador.

El Sevilla había cogido el mando del partido, aunque el Submarino ejercía una resistencia seria y eficaz, pero estaba a remolque del rival y agazapado en su campo. Era el momento de enfriar el partido, reordenarse y empezar a atacar con criterio y esperar la oportunidad. Pero la base continuaba siendo el buen trabajo defensivo y el equilibrio que seguían exhibiendo los amarillos.

CALMA // Calleja no se volvió loco y mantuvo el armazón del Villarreal sin cambios estructurales como en otros partidos que acababan rompiendo el bloque. Y llegó un pase maradoniano de Moi Gómez a Trigueros, habilitándole solo ante Vaclik y dejando un balón muerto a Toko Ekambi que ponía por delante nuevamente al equipo a un cuarto de hora del final. El técnico amarillo colocó a Rubén Peña en posición de interior puro para bloquear los carriles y el suministro de balones del Sevilla al área, donde Pau y Raúl Albiol habían construido un refugio antiaéreo sólido y fuerte.

El 1-2 dejó un tanto grogui al equipo de Lopetegui y los de Calleja se replegaron bien y no dejaron espacios. Había que aguantar como fuera y se aguantó sin apenas sufrimiento y estirando líneas con alguna acción de contragolpe puntual hasta llegar al final. El Villarreal volvía a ganar siete jornadas después y lo hacía con una victoria de prestigio. Desde Mestalla, este equipo ha dado un giro actitucional para bien. Ese es el camino para seguir la escalada en la clasificación.