Hasta el minuto 25 el Sevilla había rematado cuatro veces y Ter Stegen ya se había lucido, en una reacción en la que pudo romperse todos los ligamentos de la rodilla desviando un tiro a bocajarro de De Jong, el malo, el del Sevilla, porque desperdició tres de esas opciones. La siguiente vez que llegó un balón al área, en la otra, Luis Suárez dibujó una espectacular chilena con la izquierda. El golazo del uruguayo trazó la frontera del partido que se estaba viendo con el que continuaría, y estableció la diferencia que existe entre los dos nueves del encuentro en casa.

Suárez desencadenó un tsunami azulgrana de acierto en ocho minutos de frenesí que se llevó por delante al Sevilla. El pobre Julen Lopetegui, que volvía al Camp Nou revivido después de morir con el 5-1 encajado con el Madrid, estuvo a punto de desmayarse otra vez. Luis endosó tres tantos aquella tarde, y Arturo Vidal uno. Los mismos goleadores (faltó Coutinho) que encarrilaron de forma inexplicable el duelo a favor del Barça antes de que se sumara también Dembélé.

Discutido el uruguayo (fue pitado en el partido ante el Villarreal) y con pocos adeptos Vidal y Dembélé (Griezmann fue suplente), solo faltaba incorporar a Semedo como gestor de los dos primeros tantos barcelonistas para describir la metamorfosis del Barça para sentenciar el duelo.