Óscar Cabedo no ha ido a la Vuelta a pasearse. El castellonense, que debuta en una gran carrera, confirmó a Mediterráneo horas antes de iniciar la aventura en la gran prueba ciclista española que iba a competir, a entrar en el mayor número de fugas posibles y a ganar notoriedad.

Y tan solo le han restado tres días para dejar su sello. Ayer, en la cuarta etapa que unía los municipios malagueños de Vélez y Alhaurín de la Torre, firmó una histórica séptima posición tras colarse en la fuga y resistir durante más de 100 kilómetros.

Si la Vuelta durase dos semanas Simon Yates sería un peligro latente, el ciclista que se vistió de rosa en el Giro, el que parecía tan intocable como el más alto de los robles, pero que en las jornadas decisivas de la ronda italiana, ya en la tercera semana, se diluyó como la espuma de la gaseosa.

En un día en el que hasta el sudor refrescaba el cuerpo de los ciclistas, donde solo un insensato cogería la bici para rodar por las secas montañas que rodean Granada, por ahí donde está la fosa de la vergüenza, de Lorca, por supuesto, la Vuelta decidió entrar en combate, a 40 grados, sin una sombra que aliviase, sin una manguera que apareciera por arte de magia. ¡Qué tormento! ¡Qué sufrimiento! ¡Qué terrible resulta ser ciclista profesional!

Y que duro fue subir el puerto de Alfacar, el lugar donde el equipo holandés del Lotto Jumbo decidió apretar las tuercas de la carrera, mientras los más débiles se descolgaban; la carretera, ni el calor andaluz, distingue y perdona a los nobles del pelotón: Nibali, Mollema y un Zakarin herido, que fue tercero hace un año, fueron los primeros en caer.

Por delante la fuga de todos los días en las que iba Ben King, un ciclista estadounidense que corre en el conjunto sudafricano del Dimension Data, y que este verano se ganó una pésima fama por mirar hacia atrás en la Clásica de San Sebastián cuando el pelotón iba lanzado. Se llevó por delante a Mikel Landa y a Egan Bernal. Su despiste apartó al ciclista alavés del Movistar de la disputa de la Vuelta a España.

ataque de Yates / Y por detrás, mientras el grupo de los ilustres se iba quedando sin corredores, Simon Yates atacó a seis kilómetros de la meta. Y nadie, nadie respondió hasta que Valverde, no podía ser otro, se dio cuenta del peligro. Por ahora, el ciclista murciano está tan fresco -él disfruta con el calor más propio del Trópico- que hasta se permite esprintar en las llegadas y trabajar en plena etapa para recortar tiempo a Yates pensando en su compañero colombiano Quintana. «Tiré por Nairo para que no se le fuese mucho Yates porque contra menos tiempo coja mucho mejor. Y luego intenté recuperarme para estar fuerte al final», reconoció Valverde al poco de cruzar la línea de meta. Él, por ahora, está por y para todo, aunque perdiese la segunda plaza de la general por escasísimos segundos ante Yates y el alemán Buchmann, a quien el grupo dejó partir. Y eso que hasta Valverde se atrevió a atacar a sus compañeros de la general para arañar dos segundos a Kwiatkowski, que sigue llevando el jersey rojo que le identifica como líder.

Una promesa / Y viendo los movimientos en primera fila, como si fuera un actor de la película Indiana Jones y la última cruzada, con escenas rodadas en los lugares por los que pasó el pelotón, allí estaba Enric Mas, sin sufrir mucho más que el resto. Formidable inicio del prometedor mallorquín, que ya es el mejor joven menor de 25 años de la Vuelta y el décimo de la general. Queda una eternidad pero el corredor balear no hace otra cosa que transmitir muy buenas sensaciones.