Castalia ha sido territorio inhóspito para los entrenadores. A una media de más de uno por temporada en las últimas décadas, resulta todo un hito aguantar dos años naturales exactos, lo que celebra hoy mismo Óscar Cano, el elegido para coger el testigo de David Gutiérrez. Heredaba un CD Castellón colista, con solo una victoria en 16 partidos, que caminaba de regreso a Tercera División, de la que había tardado siete temporadas en salir. Pero el granadino, con un discurso, una filosofía y una esperanza chocantes, incluso, para el albinegrismo, empezó a labrarse un camino, que 730 días más tarde, expone en el fútbol profesional.

Desde el punto de vista meramente numérico, son más victorias que derrotas (27 por 21, respectivamente), además de 22 empates, en los 70 encuentros que ha dirigido (contando los play-off de La Rosaleda, pero no la Copa RFEF ni la Copa del Rey). El saldo de goles a favor y goles en contra también es positivo: 81 por 69.

EL LEGADO

Pase lo que pase, Cano dejará una herencia. Fue el director de recursos humanos que obró el milagro de la permanencia, gracias a una jornada final en la que un gol en el descuento y la ayuda de terceros, permitiendo que el regreso a Segunda B no fuera efímero. Más tarde, ya con plenos poderes, Cano colocó los cimientos de un Castellón que, con una buena base de la campaña anterior, era líder en Segunda B antes de que la pandemia interrumpiera la fase regular a 10 jornadas del final. Cerca de cuatro meses después, los extraños play-off, inicialmente con la decepción de la primera oportunidad perdida, aunque luego con la inenarrable alegría por el regreso del Castellón, al cabo de una década, al fútbol profesional.

LA TARTA Y EL DESEO

Cano celebra este cumpleaños (sí, por fin, en plural) en una situación nada desahogada, en un caso flagrante más de que el fútbol no tiene memoria. Por ahora, Castalia no le ha electrocutado como a tantos y tantos de sus predecesores, pero sí le ha erosionado en su doble función de entrenador y corresponsable de la confección de la plantilla. Si de soplar una tarta con dos velas se trata, el deseo que pedirá, en lo profesional, será una nueva permanencia, que permita extender su legado, apoyado en un estilo futbolístico muy particular.