Sencillamente espectacular. El cuarto oro del equipo español en Río 2016 fue también el más inesperado y, probablemente, el que llegó de la manera más apoteósica. Sobre las aguas de la espectacular Lagoa Rodrigo de Freitas el piragüista mallorquín Marcus Cooper Walz se subió a lo más alto del podio tras colarse contra pronóstico en la gran final del K-1 1000 metros y lograr la mejor regata de su vida.

“Sigo en una nube pero me lo tengo que creer. Acabo de hacer la mejor regata de mi vida, la mejor estrategia y, ante todo, conseguí mantener la cabeza fría”, explicó el británico-alemán, nacido en Oxford, criado en Santanyí y curtido en el Reial Club Nàutic Portopetro, que no tuvo ningún reparo en dar rienda suelta a su ambición y su poderío físico en su primera participación olímpica. Un debut de oro que el piragüismo español no podrá olvidar.

“Mi objetivo es llegar a meta haciendo el mejor mil de mi vida”, había advertido en la víspera de la gran final Cooper, como se le conoce en el mundillo de la pala, quien confiaba en su potente esprint final para dar la sorpresa en Río. Las advertencias del novato no podían ir más en serio. Su portentosa salida en la Lagoa sorprendió a los ocho palistas que se jugaban los metales en Río. A su paso por los primeros 250 metros, el mallorquín se situaba segundo demostrando sus ganas de luchar por las medallas. Sin embargo, a partir de los 400 metros la acumulación de ácido láctico hizo mella en sus brazos y su ritmo cayó en picado recalando en la quinta posición.

“Hice una muy buena salida y, como siempre, mi ritmo a mitad de prueba no fue el mejor”, apuntó el atleta que, como él mismo reconoció, siempre tuvo su mejor desempeño en los 500 metros donde el año pasado en Moscú llegó a ser subcampeón del mundo en la categoría K-2. De hecho, su objetivo siempre había sido Tokyo 2020, donde su categoría predilecta podría adquirir el estatus olímpico. Pero una vez en Río, con el subidón de la salida superado y empapado hasta las cejas, los planes de futuro debían esperar. Su carrera fue un ahora o nunca, la gloria o el fracaso.

Apretando los dientes, el mallorquín sacó todo lo que tenía para iniciar una colosal remontada en los últimos 400 metros en la que pasó de quinto situado a la cabeza. Impotentes, el checo Josef Dostal y el ruso Roman Anoshkin dieron sus últimas paladas conscientes de que el español les llegaba como una bala por la espalda. En los últimos metros Marcus logró el milagro olímpico con un tiempo de 3:31.447. H