El Rayo continúa su lucha por evitar el descenso, y lo hace sin renunciar a su filosofía. Bordeando la frontera donde acaba el genio y empieza el loco, Paco Jémez obliga a sus hombres a caminar sobre la cornisa haciendo malabares con el balón; y si alguno pega un pelotazo grosero se le echa encima, como el oso a Leo DiCaprio.

Mientras la mayoría de técnicos guardan la cordura pisando tierra firme, él sigue empecinado en volar y llegar a los objetivos como nadie lo hizo al frente de un equipo menor, haciendo lo que le pide el cuerpo. Reniega de la indiferencia de los del montón y reclama protagonismo a través de un juego de escritura artesanal, sin faltas de ortografía; en su equipo, ataque y defensa parecen una misma cosa. Reniega de las propuestas púdicas y castas y cultiva un fútbol alegre, aunque a veces propicie episodios cardíacos. El día que Jémez deje Vallecas al Rayo se le acabará su encanto y misterio porque las hadas y los duendes se mudarán a otro barrio. H