No lo merecía el Castellón. No lo merecían los 400 aficionados albinegros que en su mayor parte se pasaron una noche en vela para tener una entrada para acompañar a su Castellón del alma a Gavà. No lo merecían los más de 1.500 albinegros que llenaron la Pérgola, desafiando el calor asfixiante para ver a su equipo desde la distancia a través de Televisión de Castellón Mediterráneo, porque la directiva del Gavà impidió que fueran muchos más. No lo merecían los miles de albinegros que se congregaron en grupos de amigos en toda la provincia para celebrar el ascenso del Castellón. Y, por supuesto, tampoco lo merecieron los jugadores del Castellón, muy bien dirigidos por Kiko Ramírez, que no pudo contener las lágrimas al término del partido por una derrota injusta donde las haya, porque se dejaron la piel para remontar un 0-2 en contra y fueron notablemente superiores al Gavà durante los 120 minutos de juego, incluida la prórroga. Es un tópico que siempre se aplica a los perdedores, pero el fútbol fue cruel e injusto con el CD Castellón. Le dio la espalda en ese balón al palo de Saizar en los estertores del tiempo extra. Y miró a otro lado cuando Antonio falló el último penalti de la primera tanda que hubiera dado el anhelado ascenso. Pero quedaba otra oportunidad para que el fútbol le devolviera al Castellón lo que que le quitó hace cinco años, cuando la maldición de Castellnou condenó al club albinegro a un descenso a Tercera División por el impago de apenas 300.000 euros. El Castellón sufrió en su piel una de las escasas sanciones ejemplarizantes que se han dado en el fútbol español. Entonces Luismi erró su lanzamiento y Marco anotó el último de la primera serie de la segunda tanda... No había consuelo para tantas y tantas lágrimas derramadas en Gavà, en Castellón y en cada rincón del mundo donde había un albinegro siguiendo el partido con el orgullo de portar su camiseta a rayas blancas y negras para celebrar ese ascenso a Segunda B que tenía un valor sentimental incalculable, mucho mayor que el del retorno a la categoría de bronce.

El ascenso era como un volver a empezar, como una especie de resplandor en la hierba de La Bóbila o como mantener más viva que nunca la llama albinegra.

Fue una noche triste para miles y miles de aficionados del Castellón, pero ayer sonó con más fuerza que nunca en su interior el Pam, pam orellut.

El palo fue durísimo, por inesperado y por injusto. Pero de las lágrimas de la derrota en las tandas de penaltis en Gavà emana la imagen de los 14.000 espectadores del último partido en Castalia o los 10.000 del día del At. Malagueño, que para sí quisieran la mayoría de campos de 2ª A o, incluso, algunos de Primera. La fuerza que despide el Castellón y que le ha mantenido con vida cuando su supervivencia ha llegado a peligrar por la desastrosa gestión de Antonio Blasco y de todos los imputados por el proceso abierto contra Castellnou en la causa encabezada por un grupo de accionistas minoritarios encuadrados en Sentimiento Albinegro y a la que se han adherido tanto el CD Castellón, con Cruz al frente, y el propio Ayuntamiento de la capital de La Plana.

La salud económica del Castellón continúa siendo delicada pero con una afición tan fiel a sus espaldas, y el apoyo de todos los sectores del albinegrismo juntos, el futuro tiene que ser más esperanzador. Un club que despierta tanto sentimiento a su alrededor tiene mucha vida por delante y muchos éxitos que celebrar. En Tercera también se puede ser de Champions. El ascenso se retrasa un año y quién sabe si luego vendrán varios seguidos. Més que mai: ¡Pam, pam orellut! H