De la noche a la mañana, textual, Fran Escribá pasó de estar en la nómina de entrenadores en paro a convertirse en el entrenador de uno de los equipos punteros de la Liga. Su elección como relevo de Marcelino fue el premio a una trayectoria que el técnico valenciano, de 51 años, se ha ido labrando desde abajo, no solo en los banquillos. Ha conocido como jugador el fútbol modesto --jugó una temporada en el Nules, en Tercera-- y empezó a quedar cautivado por la dirección técnica desde la base. Desde el alevín del Valencia se catapultó a la coordinación de la escuela de Paterna. Después llegó el glamur del Benfica y el Atlético, a la sombra de Quique, hasta navegar en solitario con éxito en las turbias aguas del Elche y naufragar en las marejadas del Getafe.

En el suelo o en el cielo, como ahora, Fran Escribá vive “las 24 horas” su profesión. Tanto, que los escasos kilómetros que separan su ciudad, Valencia, de Vila-real, ya le parecen demasiados para vivir en cuerpo y alma su nuevo cargo. Por eso busca “casa cerca de la Ciudad Deportiva”. Por eso y porque tampoco le apasiona conducir. Sacrifica el poco tiempo libre disponible por su pasión. Así es Escribá, exigente hasta el límite. Y así lo demuestra en el vestuario. Con él, sin trabajo y esfuerzo no hay premio.

­—Su caso demuestra que en el fútbol la gran oportunidad llega en el momento más inesperado.

—No habiendo ni resultados todavía, uno nunca espera que un compañero caiga. Fue una sorpresa. Me llamaron a las once de la noche, cuando estaba en casa tranquilo. Tuve una reunión y al día siguiente ya estaba aquí. Además todo sucede en un año feo, con dificultades, nada que ver con los dos anteriores. El hecho de que un equipo como el Villarreal te llame te refuerza, te demuestra que te valora por algo más que los resultados.

—No lo pensó mucho. Dijo algo así como que hubiera sido del género tonto decir no al Villarreal.

—No. No fue tan fácil. Era consciente de que venía a un club con exigencia máxima y que en seis días se jugaba una parte de la temporada [Champions]. Se dio lo malo, por desgracia, pero me transmitieron tranquilidad. Si no se pasa la Champions pues jugaremos la UEFA, me dijeron. Y eso me ayudó a pasar dos semanas muy malas, por la novedad, las lesiones, el lógico escepticismo de la gente sobre el nuevo entrenador... Ahora se ha normalizado todo.

—Con tantos contratiempos encadenados no llegó a pensar ‘¿dónde me he metido?’

—Uno se mete con todas las consecuencias. Lo analicé la misma noche que me llamaron. Y sabía que era capaz, que el club había vivido un problema puntual, pero una vez el problema se eliminó todo iba a ir bien.

—Esa normalidad ha llegado sin decisiones drásticas, solo dejando que todo fluyera.

—Ese es un verbo que yo uso mucho, fluir. Dejo que las cosas fluyan con normalidad. La calidad de los futbolistas iba a salir y volvería la normalidad. No impuse desde el primer día nada. Este equipo funcionaba bien y se desencajó un poco y solo había que volver a darle sentido común para que todo volviera a encajar.

—¿Aún le da vueltas a lo de la Champions? ¿Cree que se hubiera podido pasar?

—Me dio rabia por los futbolistas y la afición. Ellos se habían ganado el derecho de poder jugar la Champions, no yo. Con todo lo que pasó entonces, sinceramente creo que no podíamos pasar; si algo podía salir mal, salía mal. Si tuviéramos que jugar la previa ahora, diría que la pasábamos. Con la plantilla al completo éramos mejores que el Mónaco; con la plantilla de aquel momento, no.

—Tuvo que ponerse al día en un tiempo récord.

—En una pretemporada normal, un técnico tiene seis semanas por delante y se va enterando de las cosas. Igual que me puse al día con el presidente y el consejero delegado en dos horas, a los jugadores les dije que debía resumirme en minutos lo que sentía el vestuario respecto a lo que había pasado y sus expectativas. Eso fue lo que hice. Escuché a todos y después tuve una reunión con los capitanes. Nos vino bien a todos, a ellos para exteriorizar en qué situación estaban y yo para explicarles mi idea: que la normalidad volviera y que recuperando a gente este volviera a ser el equipo que mereció estar en previa de Champions. Y poco a poco lo estamos consiguiendo.

—¿Qué es lo que Fran Escribá no permite en su vestuario?

—Hay cosas innegociables. Jugadores de muchísima calidad, sin esfuerzo, se quedan en la mitad. Y este grupo se sostiene en el colectivo. Yo diría que todo. Hay jugadores importantes, por jerarquía, porque son internacionales, pero no se puede destacar un futbolista por encima de otro. A cada uno nos puede gustar uno diferente. Pero este equipo no es, por poner un ejemplo, el Barça de Messi. Este no es el Villarreal de un futbolista, de Bruno, Trigueros, Musacchio... No hay uno que digas si este me falla no somos nadie. El líder es el equipo.

—Nos consta que, sin hacer ruido, ya ha tenido que dejar fuera a algún jugador por no adaptarse a las exigencias mínimas.

—Es parte de mi obligación. Ellos, además, lo saben. Saben desde el primer día lo del esfuerzo, el trabajo y demás… Los jugadores que no cumplen eso no van a jugar. En mi equipo, para jugar no basta con el nombre o el DNI. Cuando he tenido que sentar a un futbolista o le he tenido que dejar fuera de una convocatoria lo he hecho y lo seguiré haciendo. Me duele, porque antes de entrenador soy persona, pero tengo claro que el colectivo es lo primero.

—El estilo del Villarreal ha cambiado. Usted ha implantado un estilo de más posesión.

—Sí. Los datos dicen que somos un equipo que suele dominar la posesión, Tener jugadores como Bruno, Trigueros, Jonathan... y solo juntarlos defensivamente para salir a la contra es desaprovecharlos. Pero en momentos también jugaremos a lo otro, Cuando aparezca Cheryshev, por ejemplo. Aún tenemos a cinco o seis futbolistas que aún no han llegado a su mejor momento.

—Usted llegó con el equipo hecho, sin haber colaborado. ¿Cree que hace falta algún retoque en el mercado de invierno?

—Yo creo que, si no sucede nada, no hace falta. Tenemos dos buenos laterales izquierdos, otros dos buenos por la derecha, cuatro buenos centrales, mediocentros de sobra... Lo único que echo de menos es que estén todos sanos y en el caso de Roberto [Soldado] eso va a ser tarde. Lógicamente, si el club decide algo yo estaré encantado. Pero estoy muy satisfecho con la plantilla.

—Sin querer ser ventajistas, usted ha ido rotando el equipo y el rendimiento no se ha resentido.

—Sinceramente, creo que es así. Habrá quien sí será ventajista y cuando llegue algún mal partido lo achaque a rotaciones y demás. Todos los jugadores están aquí porque tienen el nivel para estar en el Villarreal. Si juega Rukavina estoy tan tranquilo como si juega Mario; igual con José Ángel y Jaume [Costa], por poner ejemplos claros de jugadores que compiten por la misma posición.

—Hay rotaciones de jugadores, y también de sistemas. ¿Decide cambiar el dibujo por el rival o por amoldarse a los hombres que usted considera que están mejor para afrontar un partido?

—Depende. Aunque los técnicos siempre decimos que nos miramos a nosotros mismos, también se mira al rival. El cambio del Bernabéu lo hago porque sé que si tengo el balón le hago mucho daño al equipo que tengo delante y le costará robarlo. Pienso que es lo mejor para mi equipo, pero sabiendo las carencias y las virtudes y defectos del rival. Y así ocurrió. Mientras dominados no sufrimos nada; cuando perdimos ese control es cuando el Madrid nos hizo daño. Luego sí que es cierto que hay otras veces que es en función de lo que pienso que le puede venir bien al equipo. Hay veces que tener dos delanteros no te garantiza llegar más a gol y, además, puedes defender con dos menos y pierdes control. El equipo debe saber manejarse con cualquier sistema, pero tampoco vamos a marear. Al final vamos a movernos en dos tres sistemas con sus pequeñas variantes.

—Uno de los aspectos que sí hay que mejorar es el del gol.

—Es cierto. Insisto mucho, lo he hecho toda mi vida, en que necesito que los jugadores de segunda línea lleguen más. A Castillejo, Soriano, Cheryshev, Jonathan... les insisto en que el jugador de banda debe tener mentalidad de segundo o tercer delantero cuando la situación va por el lado contrario. No ha habido aportación a nivel de gol en la segunda línea y es fundamental. Todo llegará.

—También insiste mucho en las jugadas de estrategia.

—Me ha gustado siempre mucho y hasta ahora no nos ha dado rendimiento. Al final el 30 ó 40% de los goles vienen en acciones a balón parado, así que es muy importante trabajarlo.

—Acostumbrado a dirigir en Primera a clubs, digamos, problemáticos, aquí solo se tiene que preocupar por entrenar.

—La verdad es que es una maravilla. Se trabaja muy tranquilo. Pasa la semana y no ves al presidente ni al consejero delegado. Evidentemente, si quieren venir encantado. Pero a nivel de presión, nada. Además, aquí se respira mucho fútbol. A mí no me gusta el aislamiento del primer equipo. Hay sitios en los que he estado en los que casi estaba electrificada la zona del primer equipo. Es un gran club en una ciudad pequeña. He estado en clubs muy grandes y no tenían ni por asomo la organización del Villarreal.

—Alguna vez ha dicho que sus retos eran entrenar a un ‘grande’ y tener otras experiencias en ligas del exterior. ¿El primero lo podemos dar por hecho?

—Mi reto es más el segundo. Me gusta entrenar. Si es en Primera mejor que en Segunda, y si en Primera es el Villarreal mejor que en otros equipos. No me obsesiona entrenar a un grande, quiero entrenar donde esté a gusto. Y hasta ahora he tenido suerte. En cuanto a lo de entrenar fuera de España, siempre he dicho que si me diesen a elegir 15 años en España o 10 repartidos entre tres o cuatro países, prefiero esto último. Pero es un tema de inquietud cultural. Tuve la oportunidad este año de ir a Inglaterra, pero intuía que no era el momento y creo que acerté. Pero si mi carrera va por los cauces normales, acabaré entrenando en otras ligas.

—¿En la Premier League? ¿Es la competición que más le atrae?

—Es un ambiente de fútbol extraordinario, distinto al nuestro, pero sigo pensando que en España tenemos la mejor liga del mundo. No tengo obsesión por la Premier. Alemania también tiene unos ambientes de fútbol extraordinarios, lo que pasa es que son climas distintos y nos paran. Pero hay competiciones muy atractivas a parte de la Premier o la Liga española.