En junio del 2014, el pujante seleccionador de Chile, Sampaoli, puso fin a una era maravillosa del equipo de España. Casi han pasado dos años, Villar y su federación huelen a podrido, el técnico se instaló en la mediocridad de un galán trasnochado y la Roja continúa desprendiendo ese inconfundible aroma a ciclo acabado y no regenerado. Pero los responsables se eternizan en sus respectivos cargos...

Del Bosque sigue a la espera de unas musas que no volverán. Entre tanto, tira mano de futbolistas en un lastimoso estado de forma (caso de Isco o Alcácer); de cuartos centrales en sus respectivos equipos (Bartra o Nacho); también claudica ante la presión popular por Aduriz del que tanto renegó y entonces no llama a Diego Costa, que es tan macarra como cuando lo llamaba... Además, sin Busquets, se queda fuera Bruno, alma máter del cuarto clasificado.

Vuelve la liga después de un parón decepcionante, sobrero y prescindible, con una selección falta de rasgos imprescindibles y escasa de estilo, que es como decir escasa de identidad. Un equipo que ya no adora la posesión, que no es de contraataque, que no sabe si esperar o ir a robar, que no es toque ni furia, que ya no entusiasma ni deja poso.... H