El pecado de la ambición condenó al Villarreal en Ipurua. El Eibar sorprendió al contragolpe a un Submarino totalmente volcado en busca del triunfo en el minuto 85, concluyendo con una racha de imbatibilidad de nueve partidos en Liga, a los que hay que sumar otros tres de Europa League. Al equipo de Escribá le traicionó el corazón, perdió ese manejo del partido que tan bien realizó durante la mayor parte del tiempo. Lo que se ganó contra la UD Palmas una semana antes, con gol en los minutos postreros, se perdió ayer de forma cruel, cuando se habían contraído méritos para mucho mejor resultado.

Ipurua volvió a ser un campo maldito. Ramis y Pedro León levantaron un 0-1 en contra merced al gol de penalti de Bruno Soriano cuando más parecía que la victoria estaba encarrilada, pero el espíritu combativo de un Eibar ambicioso terminó con la racha de los amarillos en la Liga, que hubiesen podido acabar la jornada como terceros con una pizca más de fortuna. Algún día tenía que pasar y ocurrió en Ipurua, estadio gafe para el Villarreal.

El Submarino saltó al campo del conjunto armero con las ideas muy claras. Sabían los amarillos cómo tenían que emplearse en un terreno de juego más reducido y contra un rival muy intenso. La teoría dictaba menos toque de balón y posesiones más cortas, transiciones más rápidas y concentración máxima en las acciones a balón parado.

LA INTENSIDAD, CLAVE // Las lecciones de manual para ganar en Eibar estaban claras. Pero la teoría es una cosa y la práctica otra muy distinta, y a lo que se explicaba en las charlas tácticas había que añadir lo esencial que no es otra cosa que jugar con la misma intensidad, o en este caso más todavía, que expusiera el conjunto armero. El Villarreal nunca se arrugó y ganó muchos de los pulsos que se plantearon en todo el campo. Todos corrieron, pelearon cada balón como si fuera el último segundo del partido y se jugaran los tres puntos en cualquier palmo del terreno de juego y sumaron un plus decisivo en la mayor calidad individual que poseen sus futbolistas.

El partido en Ipurua no fue preciosista, nada que ver con el del domingo anterior contra la UD Las Palmas, pero sí atractivo para el espectador porque se convirtió en un constante intercambio de golpes de lado a lado.

Fran Escribá alineó su once de la Liga, es decir el mejor que ahora mismo tiene el técnico valenciano en su cabeza. No modificó al final el dibujo táctico y se decantó por mantener el 4-4-2 con el dúo Bakambu-Sansone, una delantera explosiva, con velocidad, habilidad, capacidad de desmarque y olfato de gol.

EQUIPO EN MAYÚSCULAS // No obstante, el gran poderío del Villarreal continúa residiendo en el bloque, su juego defensivo y en una pareja de mediocentros que ahora mismo está a un nivel de forma espectacular: Bruno y Manu Trigueros. Los mecanismos defensivos se continúan interpretando perfectamente, con una defensa comandada por el Mariscal Víctor Ruiz, uno de los mejores centrales de la Liga. Sin olvidar a Sergio Asenjo, una verdadera garantía en la portería, que agrandó su figura hasta tamaños colosales en el día de ayer.

El Eibar de Mendilibar es un equipo muy bien armado y que sabe a lo que juega, muy lejos del tópico del típico conjunto vasco de fútbol tosco y directo. Su apuesta es atractiva y atrevida.

El Villarreal manejó bien el partido, con otras armas diferentes a las habituales, modificando su estilo en consonancia a un hábitat distinto al que se mueve normalmente. Y en ese escenario logró ser, incluso, mejor que el Eibar en un partido intenso y bravo, pero en el que los amarillos pusieron tanta corazón como cabeza. El balón pasaba por las botas de los hombres de Escribá solo el tiempo justo, con lo que el dominio del juego se traducía de forma distinta a la habitual.

Musacchio dispuso de la primera gran oportunidad, pero no conectó con el balón casi sobre la línea de meta. Asenjo salvó al Submarino en un par de tiros envenenados de Lejeune y Pedro León, hasta que Sansone, una daga que destroza y abre con precisión de cirujano a las zagas rivales, forzó un derribo en el área delante del árbitro. El penalti lo transformó Bruno, quien asumió galones y marcó el 0-1, sin ningún titubeo con la tradicional paradinha que le distingue, para disgusto del portero rival.

El Villarreal mantuvo la misma compostura en la segunda parte con el 0-1 a favor. Pero el Eibar hizo lo mismo. El intercambio de golpes se mantuvo latente en la reanudación. Asenjo volvió a ejercer de Asenjo en dos acciones puntuales del conjunto de Mendilibar, con sendas paradas marca de la casa. El partido se jugaba más en el espacio aéreo de Ipurua que por tierra. Las acciones importantes se dilucidaban por las alturas y ahí se mantuvo firme el Villarreal hasta el último cuarto de hora. El Eibar en tan solo siete minutos echó por tierra todo el trabajo de los amarillos, que se descompusieron en los últimos diez minutos.

EL PEOR FINAL POSIBLE // El tanto del empate armero llegó en una acción a balón parado, aprovechando Ramis un error de marcaje de Trigueros. Restaban 12 minutos y el Villarreal se lanzó a por el triunfo. Y lo tuvo Bakambu en un remate de cabeza que se marchó casi llorando por muy poco fuera. El balón iba de área a área compulsivamente. A los de Escribá les traicionó el corazón y su ambición. Lanzados al ataque, el Eibar sorprendió al Submarino en una contra en la que Musacchio fue desbordado en carrera y a cinco minutos del final Pedro León fusiló a Asenjo, que nada pudo hacer. La racha de imbatibilidad se quedó en 9 partidos de Liga. La derrota fue excesivo castigo para el Villarreal. Ipurua volvió a ser un campo maldito. H