Julian Alaphilippe se agarraba a las vallas protectoras instaladas en la meta de la inédita cima y a la vez paraje natural de Prat d’Albis, sobre las nubes de Foix. Roto, descompuesto, el líder del Tour necesitaba aire. No estaba ni para discursos, ni para nada. Thibaut Pinot lo había desencajado, como el boxeador que lleva todos los asaltos recibiendo golpes de su rival y en el último atiza un directo de los que hacen daño.

El Tour está al rojo vivo. Alaphilippe no es tan fiero como apuntó en el Tourmalet, Pinot tiene pólvora en las piernas y el Movistar, con un objetivo incierto pero aliado a una fe que mueve montañas, está dispuesto a dinamitar el Tour. Próxima cita, los Alpes.

Podía haber sido la típica etapa tonta con las figuras entregadas a su suerte, dejando pasar kilómetros y sin dar importancia a una fuga de 28 corredores que iba a llegar a la meta, seguramente con mismo resultado, la victoria del más fuerte de los fugados, Simon Yates, ganador en Bagnères de Bigorre y de la Vuelta 2018.

el movistar, agitador / Pero el Movistar, para honrar al ciclismo ofensivo, había decidido que el guión debía ser otro. A destrozar el Tour, a que pasase algo porque, a río revuelto, su líder, que se llama Landa y no Quintana, podía pescar trofeo; la etapa, si sucumbía Yates, o un puesto para reinventarse en la general, porque si la victoria parece imposible, el podio no es inalcanzable.

Alaphilippe habría pagado primas a terceros para que nadie se moviese, sabiendo, que su principal apoyo, Enric Mas, estaba enfermo. Pero pronto, en el Muro de Péguère, el penúltimo y más duro puerto de la despedida pirenaica, se quedaba sin aliados. Ver para creer. El jersey amarillo tenía que bajar a por bidones al coche con el desgaste que suponía. Y ocurría cuando Landa se iba a destrozar el Tour, con compañeros por delante, con Soler y Amador, que le tendían la mano.

PINOT, PACIENTE / Por una vez, Pinot tuvo paciencia, sabedor de que es el escalador más brillante de este Tour. Si Alaphilippe había resistido en el Tourmalet, esta vez podía sucumbir. O por lo menos, que es lo que ocurrió, mostrar flaquezas, demostrar que no era un líder tan poderoso y que con tres días de durísimos Alpes puede ocurrir cualquier cosa.

Pinot, con su valentía, puso en evidencia no solo las limitaciones de Alaphilippe sino también las de Thomas, con su dorsal uno a la espalda, las de Kruijkwijk, el tercero de la general, y hasta las de Bernal, que tampoco aguantaba su demarraje definitivo, ya en Prat d’Albis. Landa se dejaba capturar porque no valía la pena luchar ante un Pinot pletórico que restaba 1.16 minutos a Alaphilippe y que alzaba el dedo demostrando que este Tour, que está al rojo vivo, puede ser el suyo.