Dos años en el Metz, tres y medio en el Olympique de Lyon, cinco y medio en el Roma y cuatro en la Juventus, con más de 500 partidos en la élite de clubs y de su selección. Llega formadito ya al Camp Nou Miralem Pjanic (Tuzla, Bosnia-Hercegovina, 2 de abril de 1990), futbolista que dará rendimiento inmediato, sino fuera porque la recordada expresión de Andoni Zubizarreta sobre Thomas Vermaelen se tornó maldita. Pero rendimiento, eficacia, oficio, regularidad son las virtudes por las que se le contrata.

El cortoplacismo deportivo ha llevado del Barça a fichar a Pjanic y traspasar a Arthur; el cortoplacismo económico es la razón por la que se pinta la doble operación como un trueque con condiciones difícilmente justificables para el sentido común del mercado futbolístico, aunque aparentemente necesarias para las cuentas barcelonistas.

Aterrizará Pjanic cuando sea va a acabar la temporada con la Juve, como Arthur cerrará la suya en el Barça- con esa nube de sospecha que no se disipa a falta de un argumentario convincente, por más que se diga que Arthur no ha cumplido las expectativas. Llegó con 21 años como jugador en formación y se va con 23 sin formarse.

Formado de sobras

A cambio de Pjanic, formado de sobras. Un profesional con oficio, bregado, muy en la línea de sus nuevos compañeros del centro del campo barcelonista. Todos treintañeros: Busquets, Rakitic, Arturo Vidal Al bosnio le tocará ahora reorientar su juego y adaptarse a las demandas del Barça. Poco parecidas a las de los equipos en los que ha militado -empezó en Francia, donde se establecieron sus padres huyendo de la Guerra de los Balcanes-, pero menos excepcionales que hace unos años.

A Pjanic le tocará afinar el pase y elevar el índice de precisión por los pocos espacios que encontrará frente a diez jugadores de campo rivales. El Barça suele jugar por el centro, donde mayor concentración hay de futbolistas, y tiene una acusada predisposición para buscar a Messi. Tampoco suele chutar desde fuera del área, sino que tiende a intentar la penetración para rematar en el área. Quizá la llegada del bosnio pretenda cambiar esos tics del juego de posición. Tal vez lo expliquen los técnicos que avalan el fichaje y Pjanic puede jugar con más rapidez que Arthur, amplíe su campo de miras con desplazamientos a las bandas, tire pases verticales y no se sienta obligado a servir cada pelota a Messi. Igual le da por disparar desde el borde del área.

Convincente y resistente

El centrocampista bosnio, capaz de jugar de interior o de mediocentro, no aportará altura para el juego aéreo (mide 1,78) pero sí fuerza y resistencia. El medio millar de partidos acumulado anuncia un futbolista fiable para todos sus entrenadores, titular siempre. Además de ser convincente a ojos de sus técnicos, posee capacidad física y es casi inmune a las lesiones. Momento de tocar madera. Ha pasado ya la revisión médica en Turín.

Tiempo ha tenido Pjanic para empaparse de barcelonismo. Desde abril, cuando supo que el club azulgrana le quería, ya fuera para intercambiarlo por Arthur o por Vidal o por Rakitic, como era la pretensión inicial de Bartomeu. Las redes replican una frase del bosnio de hace años cuando se manifestaba seguidor del Madrid.

"Ahora estoy bien en Roma, pero no sé si voy a salir o no este verano. Si me preguntan por mi equipo favorito, le diré que desde niño siempre me ha gustado el Real Madrid", dijo Pjanic a un periódico bosnio cuando escuchaba rumores del presunto interés blanco por contratarle. Al final, le quiso el Barça.