Los rostros han cambiado en la Ciudad Deportiva de Miralcamp. Las caras son otras. Hay sonrisas, bromas y la armonía ha vuelto al seno del Villarreal CF. En una semana en la que la mayoría de entrenamientos han sido a puerta cerrada, ayer pudo verse la cara más amable del Submarino.

Las cuatro jornadas sin perder y el hecho de haber sumado 10 puntos de 12 posibles parece haber liberado a los futbolistas del conjunto de la Plana Baixa de un lastre que les ha ido atosigando a lo largo de toda la campaña.

La situación ahora mismo es otra bien distinta a la de hace un mes, ya que los groguets tienen un colchón de cinco puntos con los puestos de descenso, una permanencia que, como ellos mismos reconocen, quieren conseguir «ya», es decir, «cuanto antes».

MENTALIZADOS / Javi Calleja y su cuerpo técnico han centrado mucho el trabajo en las últimas semanas en tratar los aspectos psicológicos. La plantilla está bien físicamente, pero el problema mental de verse todo el año en la zona baja, y con el agua al cuello, había minado a la mayoría de los jugadores, que atesoran mucho más fútbol que el que se ha visto en la presente temporada.

Por dicho motivo, el técnico madrileño ha hecho ver a los suyos que deben soltarse y jugar sin presión en el Santiago Bernabéu, un estadio y ante un rival, el todopoderoso Real Madrid, donde se tiene mucho que ganar y muy poco que perder.

Los propios componentes de la plantilla grogueta han captado el mensaje y de puertas para adentro se han cerrado filas en pos de un claro objetivo: ganar o como mínimo empatar en Chamartín.

El Villarreal vuelve a sonreír, como ya no lo esconden sus futbolistas y como pudo comprobarse en la sesión de ayer, donde no faltó la intensidad habitual, pero donde ya se percibe el hambre de un equipo que quiere salvarse.