Si de algo ha hecho gala el Villarreal desde la llegada al banquillo de Calleja es de poder de reacción. El madrileño accedió al relevo de Escribá tras un trumático 4-0 en Getafe; la respuesta fue una racha de seis partidos invicto. En noviembre volvieron las vacas flacas, con tres derrotas seguidas. De nuevo el Submarino resurgió de una situación complicada con triunfos de prestigio en Balaídos y en Mestalla y otra media docena de partidos sin perder. Y la crisis de febrero se suturó con una remontada épica ante el Atlético.

La dura derrota de la última jornada en Málaga supuso otro punto de inflexión en la montaña rusa en la que anda subido el Villarreal esta temporada, eso sí, sin descarrilar nunca de las vías que marcan el camino hacia Europa. Y de nuevo el conjunto amarillo está obligado a demostrar su reacción tras firmar el que para su entrenador fue «el peor partido de la temporada».

El encuentro de esta noche ante el Athletic, tras el que faltarán solo siete partidos para cumplir el objetivo, necesita de otra resurrección de los groguets, que se juegan mantener su pequeño colchón en las plazas de Europa League o seguir en el alambre a menos de una semana vista de la visita al Sánchez Pizjuán. Viajar a Sevilla con la seguridad de seguir estando, pase lo que pase, entre los seis primeros de la Liga puede ser el mejor aliado para dar un golpe casi definitivo. Eso sí, antes el Villarreal debe demostrar su casta ante un Athletic, contra todo pronóstico, en tierra de nadie.