Llevo años esperando que se rompa la tele para comprar otra. Durante ese tiempo he tenido que cambiar el horno, la lavadora, el lavavajillas, la nevera y el microondas, este dos veces, pero la tele ahí sigue, infalible e impecable como el primer día, la hija de puta. A veces clavo en ella la mirada intentando transmitirle mi odio, pero no hay manera, no flaquea, no se rompe. Es inmortal, no le veo ni lógica ni sentido, no se lo veo a casi nada últimamente. Al fútbol le pedimos igual una lógica imposible para un deporte que se juega con los pies. De sinsentido en sinsentido aprendes a no hacerte demasiadas preguntas, aprendes simplemente a ir tirando, aprendes que de eso va la vida para nosotros, la mayoría, de dejarse llevar y dejarse hacer. Por el camino casi siempre se rompe lo que no se tiene que romper.

Cada partido tiene su instante azaroso también, su particular moneda al aire, su encrucijada que todo lo podría cambiar. Cada partido ofrece una escena que separa lo que es y lo que podría ser. Ahora estoy viendo el Mallorca-Alavés y los locales han enlazado una de las secuencias más asquerosas del balompié. Les han pitado un penalti a favor. Han fallado el penalti a favor. La pelota se ha ido a córner. Han sacado el córner en corto y ni siquiera han llegado a centrar, han perdido la pelota antes de poder centrar. Manos a la cabeza, suspiros profundos y mentadas de madre por doquier. La secuencia más asquerosa del balompié. El tender la ropa de los momentos del fútbol. El sonido del despertador de los momentos del fútbol. El lunes por la mañana de los momentos del fútbol.

Todo en el fútbol es una escena que separa lo que es y lo que podría ser, y a menudo lo único que podemos hacer es sentarnos y ver. La pasada jornada vi el Castellón-Espanyol B y los locales enlazaron una de las secuencias más guapas del balompié. Les pitaron un penalti en contra. Pararon el penalti en contra. La pelota se fue a córner. Despejaron el centro del córner, salieron a la contra y marcaron el gol de la victoria. Manos a la cabeza, puños al aire, abrazos con desconocidos y gritos guturales por doquier. La secuencia más guapa del balompié. El calippo de lima-limón de los momentos del fútbol. El sonido del timbre al acabar la clase de los momentos del fútbol. El viernes por la noche de los momentos del fútbol.

Llevaba años sin comer un yogur, comí uno un día y pensé cómo podía haber estado tantos años sin comer yogures. Compré un montón de yogures y al cuarto día entendí por qué. Me cansé: ahora abro la nevera y me saludan los yogures, que algún día los tendré que tirar o algo y olvidarme de ellos hasta que los eche de menos otra vez. Pienso que todos somos los yogures de alguien y eso quizá no esté ni mal ni bien. Pienso cómo comprar una tele nueva sin que se rompa la vieja y sin que se enfade mi mujer, y mientras tanto el Mallorca ha terminado ganando al Alavés. De la secuencia más asquerosa del fútbol también se puede salir. Después de una escena llega otra, siempre es así: el fútbol va de insistir hasta hacer coincidir lo que es y lo que podría ser.