Son muchos los nombres que se han vinculado ya al Castellón como posibles propietarios y muchos los que quedan por vincular. No es que sea escéptico al respecto, es que soy lo siguiente. No me creo nada. No me creo a nadie. El club necesita una buena gestión, requiere de alguien que empatice con su afición, que entienda la idiosincrasia de «un gigante dormido» que diría Kiko, pero sobre todo, el Castellón ahora necesita dinero. Y no poco.

Con buenas palabras no se cumple con los compromisos con Hacienda o Seguridad Social. De bonitos gestos no vive nadie. Demostrada la incapacidad de Cruz para generar recursos que garanticen ya no estar en Primera en cinco años, sino la supervivencia del club, cruzo los dedos para ver un cambio accionarial lo antes posible, pues el tiempo apremia. Los plazos marcados para la ampliación de capital dictan que la misma se completaría nunca antes de febrero. Confío en que para entonces el Castellón mantenga sus constantes vitales.

Me gustaría acabar este trocito de página aplaudiendo el orgullo de plantilla y cuerpo técnico del primer equipo, que no arrojó la toalla hasta el minuto 92 y trajo un buen punto de Crevillente. Elogiar también el temporadón del filial, que es tercero pese a competir en inferioridad con un buen puñado de rivales. Y qué decir del juvenil, capaz de empatar ante tres transatlánticos como Valencia, Villarreal y Levante. En los más de 300 jugadores que tiene el Castellón está su futuro. H