Alguien hace explotar tres bombas al paso del autocar del Borussia de Dortmund. Hinchas del Bastia, que ya han sido castigados, encarcelados, expulsados de su estadio en más de una y dos ocasiones, bajan de las gradas para pegar a los jugadores rivales y, luego, impiden que el autocar del equipo adversario salga del estadio. Tres menores y un colega de 19 años matan a tiros a la estrella de la selección panameña. Un tipo se pasea por las calles de Cleveland matando a gente y retransmitiendo su muerte por Facebook. Miles de hombres matan a sus mujeres y el mundo ni se estremece. El presidente de EEUU gobierna por twitter, lanza 'la madre de todas las bombas', mata a 36 personas y nadie rechista.

Podemos, por supuesto, mirar al fútbol y decir que la violencia, el miedo, el terror y la muerte se han instalado en su entorno e, incluso, en las tribunas de los estadios. Pero busquemos un dato estremecedor: al hincha argentino de 22 años, Emanuel Balbo, lo mataron, lo lanzaron por la boca de una grada, lo empujaron a la muerte un padre y su hijo. Repito: los asesinos son un padre y un hijo. ¿Es el fútbol o es el mundo, el que se ha vuelto loco? Si un padre ayuda a un hijo a matar es que lo que falla no es el fútbol, es el mundo, la educación, la sociedad, la sensación de impunidad en la que vive inmersa la gente.

Y EL FÚTBOL, COMO LA VIDA, SIGUE

Es el mundo el que se ha vuelto loco, el que vive sin apenas control y del que se puede esperar cualquier cosa, desde la retransmisión en directo de la muerte hasta la capacidad de impedir, con violencia, con miedo, que se dispute un simple partido de fútbol. Porque mientras elpresidente del Lyon, Jean-Michel Aulas, convenza a su equipo de que debe jugar el partido frente al Bastia, aunque los hinchas locales hayan tratado de matarlos, y mientras la UEFA exija que, 24 horas después de estar a punto de estallar el autocar del equipo alemán por los aires (si cualquiera de las tres bombas hubiesen explotado cerca del depósito de gasolina del autocar, hubiera muerto todo el equipo), se dispute el Borussia-Mónaco, no habrá manera de parar esta locura.

Es el mundo el que se ha vuelto loco. O más loco de lo que estaba. El fútbol solo es un escenario más. Como la redacción de Charlie Hebdo, la sala de fiesta Bataclan, el paseo de los Ingleses de Niza o el aeropuerto de Estambul.