Nairo Quintana entró en las calles de Madrid con la llegada del atardecer para cerrar y triunfar en una Vuelta engrandecida por el señorío, la garra y el saber estar de Chris Froome. Las victorias son más grandes cuando el rival a batir es el mejor, cuando el contrincante superado viene de ganar el Tour y cuando pelea como un animal herido por una victoria que se le escapó en un despiste.

La Vuelta se cerró en las calles de Madrid (victoria al esprint del danés Magnus NIelsen) y ya, con el anochecer, Quintana subió a lo más alto del podio de La Cibeles para dar a su equipo, el Movistar, una nueva victoria en la ronda española tras las conseguidas, con otras denominaciones publicitarias, con Pedro Delgado (1989), Abraham Olano (1998) y Alejandro Valverde (2009).

La Vuelta 2016 dejó de ser una realidad para entrar en la historia de la mano de dos corredores, Quintana y Froome, que jamás han logrado editar en el Tour el tremendo duelo que se ha vivido durante tres semanas en la Vuelta. Ya, a la primera cuesta loca, en el Mirador de Ézaro, en Galicia, se evidenció que ellos eran los más fuertes, como se rubricó después en La Camperona (León), en los Lagos de Covadonga (Asturias), en Peña Cabarga (Cantabria), en el Aubisque (Francia), en el Mas de la Costa (Castellón) y en Aitana (Alicante).

Fue una Vuelta que se decidió en una etapa y por la locura de un corredor irrepetible como es Alberto Contador que llegó a la carrera lejos de la gran forma que lo convirtió en el ciclista que había ganado las tres veces anteriores que había disputado la ronda española. Sin equipo, y encima herido por la caída de Puebla de Sanabria, el ciclista madrileño se convirtió en el juez de la carrera. El único día en que su equipo, un Tinkoff que deja de ser una realidad (reales, reales no lo han sido nunca) el 31 de diciembre, se puso a tirar, el resultado fue capturar una de tantas fugas que han triunfado con libertad en una Vuelta sin control, lo que sirvió a Froome para apuntarse la victoria de Peña Cabarga. Y, sobre todo, con el obsequio de la gran etapa, para enmarcar, para entrar en el libro de oro de la Vuelta, en la que el madrileño atacó de salida, entre Sabiñánigo y Formigal, para llevarse a rueda a Quintana y ejecutar a Froome.

Jamás, en el Tour, se ha visto responder y aguantar a Quintana la rueda de Froome, como sucedió el sábado en Aitana. Nunca en el Tour Froome ha tenido la necesidad de tirar de la manta, en la última o única contrarreloj, para noquear a su contrincante colombiano. En Francia nunca ha tenido rival. En España le queda a Froome la asignatura por aprobar (tres veces ha sido segundo). Los exámenes llegan en un año.