Rubiales, presidente de la RFEF, conoció de primera mano el 31 de octubre la intención de Luis Enrique de regresar como entrenador a la selección, así como sus planes de no contar con Robert Moreno como ayudante, cargo que, finalmente, tampoco ocupará Juan Carlos Unzué y que recaerá, salvo sorpresa, en Jesús Casas, hasta ahora segundo de Moreno. El técnico de l’Hospitalet se desvinculó ayer de la federación y luego publicó un comunicado de tono conciliador donde asegura tener «la conciencia tranquila» y se abstiene de responder a las explicaciones sobre el relevo en el banquillo de la Roja que Rubiales ofreció el martes.

«Valorar las últimas horas en el cargo o incluso los últimos días, solo serviría para entrar en una espiral de reproches y justificaciones por cada una de las partes --apunta Moreno--. No lo voy a hacer». Según fuentes cercanas a la federación, la indemnización pactada entre ambas partes está entre 500.000 y 600.000 euros.

En su escrito, que fue distribuido a los medios por un despacho de abogados, el ya exseleccionador agradece el apoyo recibido durante los meses que ha estado en el cargo por parte de los jugadores, los miembros del cuerpo técnico (incluido Luis Enrique) y los integrantes de la RFEF, subrayando su condición de «hombre de palabra». «Siempre he mantenido [...] que no sería impedimento en el caso de que Luis Enrique decidiera volver a entrenar. Así lo he hecho, aunque haya supuesto mi salida», añade. «Le deseo lo mejor», agrega. Finalmente, Moreno pide que se le valore por el trabajo realizado, «no por quien soy», anunciando que se siente preparado «para afrontar el reto de liderar nuevos proyectos».

Según relató la COPE, la salida de Moreno se fraguó en la reunión del 31 de octubre en Zaragoza, adonde se desplazó Luis Enrique. Esta versión deja en evidencia la explicación oficial de la federación, según la cual fue Moreno el que cambió de criterio y decidió dejar el cargo. Sin embargo, en Zaragoza, fue Luis Enrique quien comunicó que ya estaba anímicamente preparado para regresar y les dijo a sus superiores que no quería volver a trabajar con Robert, lo que fue recibido como una bomba.