Primoz Roglic pedaleó en Pau como si llevase dinamita en los pedales y un látigo virtual en las manos para azotar a todos los rivales en la contrarreloj de la Vuelta. Tomó el mando de la carrera, cerró el debate sobre quién es el jefe del Movistar tras el hundimiento de Nairo Quintana y evidenció el error que supuso parar a Marc Soler en Andorra. El sacrificio solo sirvió para que perdiera una etapa que tenía muchas opciones de haber ganado.

Si la Vuelta no fuese una carrera imprevisible, cargada de sorpresas y con un sinfín de cuestas en un menú lleno de montaña, no sería una barbaridad escribir que Roglic había empezado en Pau a decidir la carrera. Pero solo hace falta referirse a la reflexión de alguien que entiende mucho de ciclismo y que se llama Miguel Induráin, que honró a la carrera con su visita. Roglic tiene un problema y se llama equipo, un Jumbo, que sin ser una escuadra ni mucho menos mala, deberá resguardar a su líder del bombardeo de ataques que le llegarán por parte del Movistar de Valverde —se acabó el debate, él es el líder— y del Astana de Superman López. Que se prepare. Le van a calentar las orejas.

Y en esa ofensiva contra Roglic, que hasta ahora no ha fallado en la montaña y que solo se descolgó en Andorra porque lo tumbó una moto mal situada durante la granizada, debe jugar un papel estratégico el ciclista más en forma del Movistar, que se llama Soler, que fue el mejor español en la contrarreloj de Pau y quien demostró que no se había venido abajo tras el espectáculo lamentable en Els Cortals d’Encamp: por la decisión de pararlo y por su reacción infantil.

Roglic corrió en Pau según lo que marcaba el guión. Era el único contrarrelojista entre un pelotón de escaladores, donde destaca, sobre todo, Superman quien pese a realizar una floja actuación en Francia, salió fortalecido mentalmente. «Dos minuticos no son nada con toda la montaña que queda», argumentó.

Quintana se hunde / El colombiano, en cambio, falló estrepitósamente. No era una mala contrarreloj para él. Nunca se encontró a gusto y hasta dio la sensación de que acababa sin fuerzas sobre la bici. Tomó la salida como líder y terminó perdiendo tres puestos en la general, y con el joven y brillante Tadej Pogacar pisándole los talones a cinco segundos. A partir de ahora, solo debería preocuparse de trabajar para el equipo, al menos por la falta de respeto que supuso hacia su patrocinador, que le paga una millonada, anunciar oficialmente que dejaba el Movistar en la jornada de descanso y con campaña en las redes sociales del Arkea, su escuadra francesa para el 2020.

Soler y Quintana, si está por la labor, deberían ser los protectores de Valverde, hasta donde llegue, que casi tiene 40 años. Al menos, el campeón del mundo, sin lucirse, hizo una contrarreloj aceptable para colocarse como el segundo de la Vuelta.