El Alcázar se alza en lo alto de Toledo. Se llega por una empinada calle. Hace un tiempo, Federico Bahamontes la subía con mayor agilidad. A los 91 años, el ganador del Tour más antiguo en vida (1959) se queda con las ganas de poder saludar a Alejandro Valverde. No está el campeón del mundo para cháchara y parlamentos. Él es el que siempre se detiene, y no necesitan mucho pericia los periodistas para que ponga alguna chispa en las respuestas. Pero esta vez guarda silencio. Lo delata su cara. Es el cabreo. Es la consecuencia de lo sucedido en Escalona, un pueblo toledano con una bajada peligrosa que acaba de entrar en la historia ciclista.

No está la Vuelta para juegos. Y hasta parece que el que aparentemente podía salir más perjudicado de una encerrona, Primoz Roglic, se despreocupa de todo, a no ser devorar unos cereales mientras espera a que hable Rémi Cavagna, el ganador de la etapa: «Si gano la Vuelta, prefiero quedarme con los buenos recuerdos».

En un deporte que está acostumbrado al fair play porque muchos son los que se miran en el espejo del fútbol, donde marcar un gol con el portero lesionado está mal visto, hay acciones que es mejor no hacer, aunque sean perfectamente legítimas. Si te caes, mala suerte. Haber ido mejor situado. Es verdad. Pero también es mucho mejor lanzar una ofensiva al líder cuando se le ve respirar más de la cuenta, que cuando está caído junto a un muro.

EL DEBATE DEL DÍA / Valverde está cabreado porque a 60 kilómetros de Toledo, con el Movistar lanzado, discutiblemente lanzado, Roglic perdía un minuto y quién sabe si él no estaba comenzando a ganar la Vuelta en una etapa que aparentemente era de transición. Y está enfadado porque la acción de su equipo podía ser censurada por una parte de la sociedad ciclista, por rivales enojados, como Supermán, pero nunca por los jueces de la carrera, los que permitieron e hicieron la vista gorda a los que como Roglic trataban de regresar al pelotón del Movistar amparándose en el rebufo de los coches que los resguardaban del viento. Los jueces determinaron que no se paraban los coches intercalados, lo que es un magnífico auxilio para los rezagados.

Y también porque ha discutido con Omar Fraile, uno de los que le ayudó el año pasado a ser campeón del mundo. El vasco recrimina que su equipo tratase de dejar cortados a los accidentados en combate; sobre todo a su líder Supermán, quien criticó al jersey arcoíris. Calentita va a estar la etapa de hoy, en Gredos. Pocas ganas de hablar habrá en el pelotón.

Defienden en el Movistar que ellos estaban delante, que la carrera se encontraba lanzada y que desde invierno, cuando vinieron a inspeccionar la etapa, ya sabían del peligro que contemplaba la bajada de Escalona. Pero hubo la caída. Y allí cambia todo el guion. Allí se ponen o quitan las razones. Allí, con otra forma de actuar, por muy lícita que sea, se habría acabado el debate.