Con todo lo que llevamos vivido esta temporada, y especialmente esta semana, parecía que el derbi de ayer era el más descafeinado de los últimos tiempos. Pues no, ni la victoria contra el Liverpool, ni las anécdotas del partido del jueves, ni los planes de viaje de los 2.000 groguets que animarán al equipo en su cita con la historia en Anfield hicieron caer al Villarreal en la ensoñación. A las orillas del Turia esperaban resarcir su orgullo y dar una cura de humildad al Euro-Villarreal. La falsas polémicas (al menos esta temporada) para dar emoción al choque sobre quién manda en el fútbol de la Comunitat o el querer desenterrar el debate sobre el fichaje de Cheryshev; nada de nada. Agua de borrajas.

La humildad, basada en el trabajo y en la competitividad que inocula Marcelino, se impuso en Mestalla en un partido de poco sufrimiento. Con toda la plantilla enchufada (10 rotaciones), con cuatro jugadores de la cantera (perfecto Rodri) y con la generosidad (excelente Soldado), el sacrificio y la calidad por bandera, el Villarreal demostró lo importante que es tener las ideas claras, tanto en la gestión como en el campo. Ayer se escribió una nueva página en la historia grogueta; ni más ni menos que clasificarse para la previa de la Champions. ¡Ahí es nada!

Y se consiguió en Mestalla, que acabó con pañuelos en la grada. Pues eso, carambola perfecta: partido, derbi y Champions. Y lo mejor, es que el jueves la historia continúa, y continúa en Anfield. H