Una goleada en contra no es la mejor manera de encarar una semana de competición continental y menos en el momento en el que llegó la de ayer en Getafe, cuando todas las dudas del inicio de temporada parecían olvidadas y el Villarreal empezaba a parecerse un poco más al equipo candidato a pelear un año más por plaza europea.

Más allá del desfonde del Submarino en la segunda parte en el Coliseum y la percepción de que, por lo menos defensivamente, el equipo amarillo baja muchos enteros dependiendo de quién conforme el cuarteto de atrás, lo peor es que la derrota en Getafe ha vuelto a abrir la caja de los truenos en el Villarreal. Para un bando porque la segunda derrota de esta Liga ante un recién ascendido disminuye la confianza en un técnico, Escribá, que en su poco más de un año en el club amarillo no ha conseguido asentar una corriente mayoritaria a su favor, ni tan siquiera a base de los buenos números de su campaña de debut en el Villarreal.

Para otro bando, el partido de ayer sirve para justificar que sus críticas hacia el entrenador, en el estadio y, sobre todo, en las ruidosas redes sociales, estaban más que justificadas a pesar de la censura tajante de Fernando Roig.

El Villarreal deshace el camino realizado tras el último parón de Liga y se obliga a comenzar de nuevo, tanto su remontada en la tabla como el trabajo de convencer a los más escépticos. Esperemos que Israel no se convierta en un muro de lamentaciones.