Cuando Serena Williams salió a disputar este sábado la final del Abierto de Estados Unidos, la trigesimotercera de su carrera en un torneo de Grand Slam, la décima en una competición donde ha logrado seis de sus 23 grandes, su primer disparo fue un saque directo ante el que nada pudo hacer Bianca Andreescu, la joven de 19 años que debutaba en la lucha por un major. Parecía un mensaje, una señal de esa mujer de casi 38 años de su ansia, su determinación y sus armas para alzarse con un título que no solo representaría el primero desde el Abierto de Australia en 2017 y desde que se convirtió ese mismo año en madre, sino también la igualación de la marca de Margaret Court. Pero no iba a ser. En los siguientes 100 minutos, y pese a un arrebato de resistencia de Williams en el segundo set, la estadounidense naufragó en su carrera hacia la historia. Era el momento de Andreescu, la primera canadiense que logra un grande en competición individual. Y con un 6-3 y 7-5 se ha confirmado el nacimiento de una nueva campeona.

Serena pudo abrir con un saque directo, y realizar ocho más, pero las dobles faltas fueron parte de la causa de su hundimiento, un punto débil que repitió ocho veces, incluyendo para entregar el primer set. Ya en el segundo aprovechó los nervios y la falta de experiencia de Andreescu, incapaz de rematar en su primera bola de partido cuando iba 5-1, y pareció que se mantendría a flote. Pero no iba a ser. Andreescu desplegó más y mejor tenis. Y a la tercera oportunidad, con un golpe ganador de derecha, la joven hizo historia y frustró la de Williams, que a diferencia del año pasado durante su lamentable final frente a Naomi Osaka esta vez expresó frustración pero no rabia o falta de respeto, tristeza más que falta de dignidad.

El título corona el talento de la joven hija de emigrantes rumanos nacida y criada en un suburbio de Toronto, la ciudad donde este verano se llevó el título precisamente cuando Serena tuvo que retirarse con problemas de espalda. En un año espectacular, Andreescu ha ganado 44 partidos y solo ha perdido cuatro, ninguno desde el 2 de marzo. Con esta final final ha elevado a ocho sus victorias, sin ninguna derrota, ante jugadoras del top ten. Y ahora es, además, campeona de Grand Slam. Como decía, un sueño hecho realidad.