En 1999, cuando Serena Williams jugaba con su hermana Venus en dobles de Roland Garros, en Japón un hombre haitiano, Leonard Francois, se quedó absorto siguiendo la retransmisión desde París, donde las Williams, 17 y 18 años entonces, acabarían alzando el título. Aquel hombre decidió entonces que seguiría el camino que había marcado Richard Williams: convertir a sus dos hijas, Mari y Naomi, entonces bebés, en campeonas. Algo hizo bien.

Tras ganar este jueves a Madison Keys 6-2 y 6-4, Naomi Osaka, 20 años y 19 del mundo, se medirá este sábado a Serena Williams para luchar por el título en la final del Abierto de Estados Unidos. Y su duelo, pase lo que pase, es ya histórico. Nunca antes una jugadora japonesa había llegado a la final de un grande. Y si ganara Williams, que el jueves se deshizo en su semifinal de Anastasija Sevastova 6-3 y 6-0, superaría el récord de seis títulos en Nueva York de Chris Evert e igualaría el de 24 grandes individuales que marcó Margaret Court.

Sería un hito especialmente dulce para la campeona de 36 años tras un año marcado por las complicaciones post-parto tras dar a luz a su hija el pasado septiembre, algo que recordaba emocionada la propia Williams tras su partido. “Hace un año estaba peleando por mi vida en un hospital... No era capaz de moverme, andar ni hacer nada”. “Ahora siento que no solo mi futuro es brillante, aunque ya no soy una jovencita, sino que es muy muy brillante. Esto es solo el principio. Estoy aún escalando”.

Ese retorno a la forma de Williams quedó probado ya cuando alcanzó la final en Wimbledon y ahora con su regreso a la de Flushing Meadows, con un torneo donde solo ha cedido un set. Y el sábado en Arthur Ashe el duelo con Osaka se anticipa distinto al que tuvieron en marzo. Entonces se encontraron en Miami, en el cuarto partido de Williams tras su vuelta al circuito, y fue la japonesa, que acababa de conseguir su primer título en Indian Wells, quien ganó 6-3 y 6-2.

Para Osaka el duelo en la final de Grand Slam con su ídolo es un sueño. Cuando le preguntaron cómo había evitado que Keys le rompiera el servicio las 13 ocasiones que tuvo durante su semifinal aseguró que lo hizo pensando cada vez: “quiero jugar con Serena”. También, pese a la admiración, dejó claro quiere ganar. Y lo dijo en la sala de prensa: “no sueño que pierdo”.