La Primera División regresa a la vida con un Sevilla-Betis que se debió haber jugado el 15 de marzo delante de 45.000 espectadores y lo hará tres meses más tarde delante de cero aficionados. El derbi más caliente de España se enfrenta al ambiente más frío de su historia, pero no a la falta de incentivos. Los eternos rivales no sólo combatirán entre sí. También lucharán contra las secuelas anímicas y físicas del parón provocado por un virus mortal, contra el silencio de un gran estadio y contra la prohibición de abrazarse en caso de gol o triunfo.

Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol y en uno de ellos, el del Corpus Christi, se juega el derbi liguero (Primera más Segunda) número 112. En estos tiempos de emergencias, el 112; qué cosas. También ha sido declarado de alto riesgo, pero no de contagio sino de refriegas entre los más radicales. Más de seiscientos policías vigilarán que no haya desencuentros fuera del estadio.

Han pasado 95 días desde el último partido y el último gol antes del estado de alarma. En ambos fue protagonista el Betis, que ganó ese duelo (al Real Madrid) y marcó ese tanto (el 2-1 definitivo, de Tello). Fue el famoso 8 de marzo. Esta noche habrá 50.596 espectadores menos que entonces, pero será el derbi más visto de siempre, Javier Tebas dixit. Casi doscientas cadenas lo transmitirán.

Los protocolos de seguridad obligan a celebrar esta fiesta a puerta cerrada. Como aquel derbi copero enviado a Getafe en 2007 por culpa del botellazo que un iluminado propinó al entonces sevillista Juande Ramos y que forzó la suspensión del choque, la clausura del Villamarín y la disputa de la media hora final a puerta cerrada a 500 kilómetros del lugar de los hechos. Ganó el Sevilla, por cierto.

Esta vez, por no haber, no habrá ni comida oficial. En el palco se sentarán cuatro directivos del Sevilla y dos del Betis con su escudo en las mascarillas. Ellos tendrán que guardar la distancia de seguridad. Y las formas. En el césped no ocurrirá lo primero y habrá que ver qué pasa con lo segundo. Los mensajes oficiales han sido de exquisita y política corrección, pero en el césped suelen caer las caretas y quizás ahí se reaviven los rescoldos altisonantes y viscerales que han ido dejando ilustres ex de ambas casas: Del Nido, Caparrós, Lopera

La principal baja del derbi, el calor de las bufandas y los cánticos, también se extendió a los últimos entrenamientos de los contendientes y no debería reaparecer en la puerta de los hoteles de concentración. Otra cosa es que los seguidores hagan caso a los clubes y el Gobierno, claro. De momento, hinchas del Betis dibujaron el martes un gran castillo de bengalas junto al Guadalquivir. Sevilla es pasión y no hay virus que infecte ese sentimiento.

El virus condiciona casi todo, pero no hay que perder de vista que esto es fútbol y que, aun sin su esencia de espectáculo de masas, es decir, sin masas, sigue habiendo puntos. Sólo quedan 33 y ambos los necesitan. El Sevilla, para reforzar su privilegiado puesto en la carrera por ser el mejor de la Liga detrás de los dos gigantes. El Betis, para curar parte de una temporada mediocre.

Julen Lopetegui, en busca de la Champions con la duda de su pichichi Ocampos y la baja de Gudelj, a quien el confinamiento futbolístico se le hará unos días más largo por sanción, cree que el regreso del fútbol merece una enhorabuena porque hace unos meses era una utopía. También avisa del contrapunto del silencio: Se va a escuchar todo, habrá que tener cuidado.

Rubi, con un brazo en cabestrillo tras fracturárselo en un entrenamiento y en busca de quién sabe qué, acaso ganar méritos para renovar porque divisa muy lejos tanto Europa como, tocan madera los béticos, el descenso, califica el derbi como histórico. El marcador se va a recordar siempre, augura el catalán, que tiene a todos sus fijos disponibles, incluido Joaquín, el nuevo abuelo de la Liga.

Y así, con apenas una decena de entrenamientos normales en cada bando, llega esta cita en el decimoquinto aniversario del último título del Betis, la Copa de 2005. Un derbi precedido de una pandemia mundial, 27.000 muertos en España, un ERTE y una fiesta inapropiada de cuatro futbolistas en el Sevilla (Banega, Ocampos, Mudo Vázquez y De Jong) y tres casos de Covid-19 (Joel Robles, Pedraza y Juanmi) en el Betis. Viene bien que empiece la normalidad, nueva o vieja.

Viene bien que empiece la fase final de la Liga. Y viene muy bien que el Sevilla y el Betis, para superar estos meses infernales e invertir el signo de la vida, quieran dar positivo en el test. El test del fútbol.