El 23 de febrero del 2014, con gran pompa y boato, la ciudad-balneario de Sochi, en el Cáucaso ruso, clausuraba los Juegos Olímpicos de invierno.

Al margen de pequeños fallos técnicos, como uno de los cinco aros olímpicos que no pudo abrirse durante la ceremonia de apertura, todo había salido según lo previsto: Rusia encabezaba el medallero con 33 metales -13 de ellos de oro- y la imagen de marca del país salía reforzada, pese a las controversias previas a los juegos en torno a la ley sobre la propaganda homosexual aprobada por el Parlamento ruso en el 2013, y a las informaciones de costes inflados en la construcción de las infraestructuras.

UN INFORME DEVASTADOR

Solo dos años después del exitoso evento olímpico invernal, el Kremlin se ha quedado sin uno de sus principales proyectos de Estado del último decenio. En julio pasado, la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), la institución cuyo sistema informático acaba de ser pirateado, según la misma AMA, por 'hackers' rusos, difundió un devastador informe en el que se certificaba que el país había llevado a cabo una política de Estado para promocionar el dopaje con el fin de mejorar los resultados de sus deportistas, en el que participaron incluso instituciones como el Servicio Federal de Seguridad (FSB, ex-KGB).

Todo ello ha dado aire a especulaciones de que el reciente pirateo de los ordenadores de AMA constituye en realidad una "venganza del Kremlin", extremo negado por el portavoz presidencial, Dmitri Peskov.

REVELACIONES DE GRAN CALADO

Y es que las revelaciones de aquel informe fueron tremendamente dañinas para la credibilidad del deporte ruso: muchos de los deportistas locales, incluyendo algunos de los que recibieron medalla en la cita de Sochi, pudieron pasar los exámenes antidopaje gracias a que sus muestras de orina, con rastro de productos prohibidos, fueron cambiadas durante la noche por otras limpias con ayuda de agentes del FSB.

Las acusaciones eran de tal gravedad que incluso el presidente ruso, Vladímir Putin, un hombre que suele tardar días enteros en responder a controversias mediáticas surgidas en el extranjero, se dio prisa en reaccionar en aquella ocasión: Lo hizo horas después de hacerse público el documento, y acusó a EEUU de llevar a cabo una campaña de desprestigio contra su país.

EN PIE TRAS ESTAR DE RODILLAS

Los Juegos de Sochi constituían uno de los grandes referentes de la imagen de la nueva Rusia que Putin quiere proyectar, un país asertivo que ha recuperado su estatus de superpotencia. Tal y como escribe Andrei Makarychev, profesor de Ciencia Política de la universidad de Tartu (Estonia) en el portal PONARS Eurasia, "los Juegos Olímpicos de Sochi son un eslabón esencial en la narrativa triunfalista de Rusia como un país 'que se levanta tras estar de rodillas' ..... y regresa a la primera liga de la política mundial".

Con su desprestigio tras la controversia por el dopaje, "Rusia ha sufrido un golpe de agravio", según ha valorado Aurel Brown, profesor de Relaciones Internacionales de la universidad de Toronto, en las páginas de 'The Globe and Mail'.

Revelaciones adicionales alimentan, en opinión de algunos comentaristas deportivos como Dan Rode, de la BBC, la teoría de la venganza kremlina. Yúlia Stepanova, una de las atletas rusas que ayudó a sacar a la luz el programa ruso de dopaje de Estado, declaró en agosto pasado que temía por su vida después de que fuera pirateada una cuenta donde se especificaba su lugar de residencia. Vive escondida después de haber colaborado con la AMA.