Para los creyentes, no hay duda: es un castigo; para los agnósticos y faltos de fe, una simple casualidad. Pero la única certeza es que la primera vez en los últimos 20 años que los jugadores del Sporting no rezaban el Padrenuestro antes de saltar al campo, lo que sucedió el pasado domingo en las entrañas de El Molinón, el equipo cayó goleado ante un Alavés repleto de suplentes (2-4). Y, ante este suceso, los temores se han multiplicado en el club asturiano y su afición por el temor a que un posible castigo divino venga a añadirse a la pésima marcha del equipo en la Liga (penúltimo clasificado, a cinco puntos de la salvación).

En el origen de la sorprendente polémica está el entrenador esportinguista, Joan Francesc Ferrer, Rubi, quien llegó hace un mes como relevo del Pitu Abelardo. El técnico no solo retocó algunas piezas en el campo sino que también metió mano fuera del terreno de juego: ahora el banquillo del Sporting es el que tradicionalmente ocupaba el equipo rival y, además, tanto los médicos como auxiliares tienen prohibido estar en el vestuario antes de los encuentros, una decisión controvertida porque afecta también a toda una institución: el capellán Fernando Fueyo.

EL RITUAL SAGRADO

"Antes de jugar no les decía nada, solo nos cogíamos de los brazos y rezábamos el Padrenuestro, y luego daba un grito lo más alto que podía: ¡Yaaa¡". Este era el ritual sagrado que durante dos décadas llevó a cabo Fueyo, de 80 años, como explicó en Radio Marca Asturias. Un rezo que dejó de hacer el domingo. "No sé si Rubi es ateo o no. Ha sido un golpe, pero hay palos más duros", agregó Fueyo, sin querer echar más leña al fuego. "Quiere tener a los jugadores bien concentrados", justificó el cura, una explicación que coincide con la ofrecida por fuentes del club. "No es algo que afecte solo al capellán, nadie a partir de ahora puede estar en el vestuario antes de los partidos. Es una decisión técnica".

Pero a Fueyo le duele el alma, igual que a muchos seguidores que no entienden que Rubi haya prohibido también la entrada al vestuario del venerable cura, el mismo que cada año oficia la misa con toda la plantilla ante La Santina de Covadonga, donde se ofrece la camiseta y un balón, y que sueña con ver cumplido un deseo: "Tengo la esperanza de morir siendo capellán de Primera División".

Por ese motivo, Fueyo seguirá rezando por su Sporting, eso sí, fuera del vestuario, convencido de que desde el más allá acabarán echando un cable para seguir entre los grandes de la Liga.