La peor cara del Submarino. Ninguna de las señas de identidad que le distinguen pudieron verse ayer, en una de las noches más aciagas que se recuerdan en El Madrigal del equipo amarillo. Mal en defensa, sin brújula en el centro del campo con solo Bruno como faro para iluminar tantas sombras, con una descomposición absoluta en el gen de equipo sólido habitual en el Villarreal de los últimos años y con una sensación de absoluto desconcierto táctico fueron las claves de una derrota tan dura como inesperada y que le complica mucho ya no solo el liderato del grupo, sino también la clasificación para los dieciseisavos de final. El Villarreal depende de sí mismo para lograr el billete a la siguiente fase (se lo jugará en Zúrich), pero ya no para ser primero, una posición para la que el Osmanlispor es favorito tras este 1-2.

Los cambios en el once podrían ser una buena excusa para justificar la pobrísima primera parte del Villarreal, pero ni tan siquiera las ocho variaciones respecto a Eibar, en el once titular, son un argumento suficiente válido para tal descenso de rendimientos individuales y colectivo. Escribá mantuvo su idea y su confianza en la plantilla y solo aguantó al incombustible Bruno, el gran capitán del equipo, junto a su mariscal de la defensa Víctor Ruiz y al cañonero Bakambu como soportes vitales del Submarino en el equipo de inicio, si se toma la Liga como referencia. Pero en el campo fueron alineados hombres como Cheryshev, Jonathan, Álvaro o dos laterales con experiencia como Rukavina o José Ángel. La gran sorpresa fue la titularidad de Rodrigo y la ausencia hasta de la convocatoria de N’Diaye.

Pero los nombres son una cosa y la realidad es otra. Y en el terreno de juego, el Villarreal no estuvo al mínimo nivel exigible para competir, en el primer tiempo, en una competición europea, aunque el rival pertenezca a la liga turca y esté en mitad de tabla. Si no te empleas al 100%, cualquiera te saca los colores, como lo hizo el Osmanlispor.

El partido comenzó con un guión parecido al de Ankara. Presión arriba de los otomanos, que provocaron muchas impresiones en la salida del balón de los locales. Pero lo peor fueron los agujeros en las cañerías de la zaga por los costados. Los dos hombres de banda volvieron a exigir a Rukavina y José Ángel. En la portería, la sombra de Asenjo volvió a proyectarse sobre Andrés Fernández, un guardameta con currículo pero que a aterrizado en El Madrigal sumido en un manojo de nervios. Una indecisión en una salida desencadenó en el 0-1, cuando solo habían transcurrido siete minutos. Webo remató casi en la línea y los turcos, igual que en el Osmanli Stadi, volvieron a ir por delante en el marcador. Unos instantes antes, Andrés ya había estado indeciso en el área.

OTRA VEZ POR DETRÁS // El Villarreal nunca se sintió a gusto. Solo Bruno, y tampoco a su mejor nivel, tomaba el mando en un centro del campo que echaba mucho de menos a Trigueros, con Jonathan desaparecido y un Cheryshev muy activo en su vocación ofensiva, pero falto del ritmo de competición necesario. Rodrigo, un futbolista con unas condiciones impresionantes, aún necesita mucho rodaje y paciencia.

La acumulación de errores en el pase, la facilidad con la que el rival desbordaba a los amarillos, la anarquía táctica en algunos momentos y la falta de intensidad reflejaban la faz de un Villarreal débil y desfigurado. Solo un tiro de Rodrigo desde 25 metros que desvió con apuros el portero turco y un tiro envenenado de media cuchara de Cheryshev avisaron de que el Villarreal estaba sobre el campo. Los de Escribá no daban una a derechas.

Escribá no introdujo ni un cambio de partida en el segundo tiempo. Pero la suerte, en forma de rebote, le echó una mano, a los dos minutos de la reanudación. Un tiro de Rodrigo cogió un efecto parabólico que sorprendió a Arikan y estableció las tablas, pese a que los amarillos no contrajeron méritos para tal privilegio de situarse con el 1-1 y con 43 minutos por delante para encarrilar el desaguisado.

DE LA ESPERANZA AL 1-2 // Una pequeña fase de esplendor en la hierba del Villarreal durante un cuarto de hora acabó siendo un espejismo. El Osmanlispor se amparó en la rapidez y el contraataque para hacerle mucho daño a un Villarreal que jugaba en segunda marcha, pero lo que es peor con una manifiesta anarquía táctica que le convirtieron en una caricatura de equipo.

Las ocasiones más claras fueron de los turcos. Una gran galopada por la banda derecha del ataque turco de Umar, quien volvió a poner en evidencia a la defensa amarilla, la culminó con un tiro raso al primer palo, donde Andrés Fernández la dejó muerta, ante la pasividad de la defensa amarilla, para que Rusescu (autor de los dos goles en Ankara) apuntillara al Villarreal.

ÚLTIMAS OPCIONES // Escribá reaccionó ubicando tres puntas. El remedio fue peor que la enfermedad, porque el conjunto amarillo concluyó roto en dos partes, dejando un sinfín de espacios que el Osmanlispor explotó a la contra. Por suerte, no anduvo fino, porque las distancias en el marcador hubieran podido dejar sentenciado el choque. El Villarreal se mantenía con vida. La salida de Sansone, Pato y Castillejo le dio más de punch. El italiano tuvo su ocasión con un latigazo desde la frontal que detuvo, con muchos apuros, Arikan. Los de Escribá echaron mano de orgullo en los minutos finales, pero ya con precipitación y sin la cabeza fría para lograr ese empate que hubiera resguardado un gran porcentaje de sus opciones de ser primero y de sellar la clasificación. Ahora todo se ha complicado. Una noche para olvidar. Un año después, El Madrigal supo lo que era perder. Ayer no hubo ni magia ni nada digno de mención. H