No creo en los milagros y menos en el fútbol. Ayer, Javi Mata, con la gracia que le distingue, me recordaba que hace ya unos años -y es que nos hacemos mayores- comió en un bar cercano al campo del Eibar, regentado por una señora de 80 años, que le mostraba su orgullo porque para la gente de Eibar era un sueño que su equipo estuviese en Segunda. En aquel entonces también lo era, probablemente, que el Villarreal militase en la misma categoría.

Miren por dónde, ayer Eibar y Villarreal se enfrentaron una vez más pero en Primera, con los eibarreses con los deberes hechos. Ahora el Villarreal con anhelos de mayor calado. Y decía que las cosas no llegan por los azares del destino ni por mera casualidad, sino por pasión, trabajo, inteligencia y dedicación máxima. Por la mañana, en el hotel de concentración del equipo amarillo me dediqué solo a observar a los miembros de la gran familia del Villarreal. Y se lo cuento porque creo que una imagen vale más que mil palabras. Un espectáculo ver al presidente sufriendo con el Athletic-Granada y escuchando por la radio, vía internet, el partido del filial contra el Mestalla, al lado de José Manuel Llaneza. Parecían ambos dos niños con un helado de chocolate entre las manos. El Villarreal es su pasión.

Instantes antes, toda la plantilla se arremolinaba en una sala del hotel alrededor de la tele viendo al Athletic. Es evidente que se celebró el gol del Granada con júbilo, no por fobia a los vascos, sino porque son un directo rival en la lucha por la Champions.

En el vestuario del Villarreal todo el mundo sueña con jugar la próxima Champions. Es el monotema de un vestuario implicado y entregado al máximo a la causa común. Hacía tiempo que no observaba un grupo humano con un grado de compromiso tan alto.

Igual que me quedé parado cuando varios jugadores del Villarreal preguntaban el sábado por el resultado del juvenil de Javi Calleja que se proclamó campeón. Samu Castillejo, un chico fenomenal, explicaba que él ya había sido campeón en juveniles y que tenía un gran recuerdo de ese título.

Por ello, les decía que los milagros no existen. Empezamos el mes de los sueños para la afición grogueta y para todos los que ríen y lloran por el Villarreal. El sueño de Roig es estar el 18 de mayo en Basilea. No lo dice porque la parte supersticiosa del presidente le impide hablar de ello. Pero yo veo a Roig más metido e ilusionado que nunca. Y yo no oculto que yo siento el mismo cosquilleo que notaba en los días previos a aquella semifinal contra el Valencia de la UEFA, o el estado taquicárdico de aquella noche contra el Arsenal en la que se escapó la final de la Champions, o la ilusión con la que viajamos a Oporto. La posibilidad de una final vuelve a estar en la mano.

Posiblemente el Villarreal no es la cuarta mejor plantilla de la Liga, ni tampoco, seguramente, de las ocho mejores que han participado en la Europa League. Y como no creo en los milagros, y sí en el trabajo, considero que una gran parte del éxito es el compromiso, la ilusión, la ambición de este grupo humano. Sí, el sueño de Roig no es un milagro. El jueves espero 20.000 soñadores en el Madrigal, lo pedía ayer un jugador de leyenda como Bruno. Este equipo se merece eso y más.

EL CASO MUSACCHIO. No me voy a martirizar ni tampoco a lamentar más de lo debido la lesión de Musacchio. El Villarreal ha superado contratiempos muy graves en forma de lesiones, incluida la temporada en curso. Hay que ser optimista y confíar en gente como Pablo Íñiguez. Pero la imprudencia de la Asociación de Fútbol Argentina (AFA) muestra la indefensión de los clubs, que pagan las millonarias nóminas de sus jugadores y no tienen derecho ni a protestar. Me parece una irresponsabilidad que un jugador que no ha estado disponible para su equipo desde el 27 de febrero tenga que entrenar con su selección sin las precauciones mínimas. El Villarreal las tomó y se limitó el deseo del futbolista de jugar contra el Barça porque el médico así lo aconsejaba. Una responsabilidad de la que no eximo a Mateo Musacchio, aunque en este caso la difuminó por la ilusión del jugador de defender la camiseta de su país. Mateo ha cometido un error. La AFA una grave imprudencia. H