No sobraron deportividad ni grandeza en la victoria tras la entrega de medallas de los 200 metros libres en los Mundiales de Gwangju. Tú eres un perdedor, yo soy un ganador, le aclaró Sun Yang en un inglés mejorable a Duncan Scott. El británico había desatendido la invitación del chino para acompañarle en el podio y llovía sobre mojado. Tampoco el australiano Mack Horton había subido al cajón tras los 400 metros libres. El conflicto con Horton viene de lejos: ya en los JJOO de 2016 le había llamado tramposo drogado. Lo de Scott es nuevo y sugiere el hartazgo en el gremio por lo que se entiende como una terca impunidad.

A Sun no se le intuye incómodo en su esquizofrénico papel de villano global y héroe nacional. Son dos metros de nadador con remos por brazos y los genes deportivos de su padre, célebre jugador de voleibol, y su madre, entrenadora. El resultado es uno de los mejores especialistas de la Historia en estilo libre. Ocurre que colecciona tantas medallas como escándalos.

La federación china reveló en el 2014 que había dado positivo por un estimulante cardíaco sólo después de haber cumplido sus escasos tres meses de sanción. Ese mismo año ya participó en los Juegos Asiáticos. Las sombras le han acompañado desde entonces pero su participación en los mundiales se antojaba razonablemente apacible.

Y entonces, el diario 'Daily Telegraph' desveló un episodio ocurrido en septiembre pasado. Cuatro inspectores de la Agencia Mundial contra el Dopaje abordaron al nadador en las calles de su Hangzhou natal. Sun se negó a los controles primero, accedió después y por último rompió las muestras a martillazos. La investigación de la FINA fue cerrada tras aceptar los defectos de forma alegados por la parte china y la posterior reapertura ordenada por la WADA no ha concluido aún. Sun se presentó en Gwangju con la extendida sensación de que mancha el agua cada vez que se zambulle.

El crack díscolo

El mundo subraya sus problemas con el dopaje mientras China atiende a su biografía díscola. Sun está lejos de representar la humildad, rectitud y obediencia confucianas. El país vivió seis años atrás como un trauma su divorcio con Zhu Zigen, el entrenador que le había moldeado desde niño. Juzgaba Zhu que Sun acumulaba distracciones y la mayor de ellas era su noviazgo con una azafata. Ella o yo, planteó Zhu, y se quedó sin trabajo.

La Escuela de Deportes de Zhejiang (provincia costera oriental) le suspendió a un mes sin su paga gubernamental y le prohibió asistir a actos comerciales tras haber faltado a 40 días de entrenamiento. Esto es un lugar para buenos atletas, no para aquellos que pretenden privilegios Tenemos que castigarle, como a cualquiera que rompa las reglas, justificó.

Poco después estampó el Porsche Cayenne prestado por un familiar contra un autobús en Hangzhou. Trascendió entonces que carecía de carné. Solventó el accidente con una detención administrativa de siete días, una multa de 2.000 yuanes (261 euros) y una disculpa pública en su cuenta de Weibo, el Twitter chino. Su estresante calendario de entrenamientos, explicó, le había impedido profundizar en las leyes nacionales que exigen una licencia para conducir.

Incluso la prensa oficial debatió sobre anatemas como la desigualdad ante la ley o el sistema de entrenamiento estatal. Pueden los privilegios especiales de las celebridades interferir en la independencia judicial?, se preguntó el 'Beijing Times'. El Diario de la Juventud se lamentaba de que atletas como Sun fueran formados como simples máquinas de producir medallas de oro mientras se desatendía su educación

Impune por su gloria

En los Juegos Asiáticos del año posterior alimentó la vieja rivalidad sinojaponesa. Dijo del himno nipón que era feo tras perder contra Kosuke Hagino y que estaba harto de escucharlo. Y cuando ganó en los relevos 4X100 animó a sus compatriotas a liberar toda su indignación.

Tampoco sus cuitas han aceitado las relaciones chinoaustralianas. China interpretó como un oprobio nacional que Horton le acusara de dopado en el 2016 y la prensa nacional calificó a los australianos de ciudadanos de segunda división en Occidente.

Sus compatriotas entienden que la gloria que aporta al país sobrevuela sus travesuras y patadas al protocolo. La comunidad china combate estos días con briosos ánimos y aplausos en las gradas de Gwangju a los abucheos generalizados que acompañan la aparición del villano de la piscina.