El Villarreal no supo ganar su final. Le faltó ese oficio y pausa que había exhibido en los tres últimos partidos ante un Huesca que planteó el choque con un fútbol directo y agresivo sin corsés tácticos porque solo le servía ganar para continuar alimentando esperanzas, aunque fueran lejanas. Se contagió y no supo enfriar el juego volcánico y visceral de un rival lanzado hacia su área y a quien no supo sorprender al contrataque. El Villarreal no supo leer bien el partido y, desde el primer momento, no controló el encuentro, acusando también el cansancio por el esfuerzo de Anoeta. Fue el equipo de la mayor parte de la temporada, con más defectos que virtudes, incapaz de manejar el partido y al que le faltó calma y paciencia, con demasiada aceleración y precipitación para culminar los contrataques que propiciaba el fútbol suicida del Huesca. Pero la lectura, pese a todo, es que la permanencia está un poco más cerca, porque solo restan nueve puntos en juego y el colchón es de cinco. Una buena ventaja, pero falta el casi, que hay que conseguirlo. El 1-1 es un resultado justo a tenor de lo visto, aunque el punto deja al Huesca con pie y medio en Segunda A y al Villarreal, todavía pendiente de concluir su trabajo.

El Huesca se jugaba su último cartucho para intentar seguir en Primera y el Villarreal, conseguir su permanencia de forma virtual. Y el partido fue loco, con fútbol taquicárdico de área a área. No era el guion que favorecía a los amarillos, ni mucho menos. El equipo de Calleja jugó a lo que quería el Huesca y no supo ponerle pausa al juego, con lo que el marcador estaba sujeto a cualquier detalle imprevisible. Pero entre los cambios positivos que ha experimentado este Villarreal, también está que la suerte, durante toda la temporada esquiva y enfrentada con los amarillos, se le ha girado para bien.

ANDRÉS POR ASENJO // Calleja resolvió las incógnitas clave de cada semana con la titularidad de Andrés -ha desbancado a Asenjo-, Cáseres por Iborra y la continuidad de Bacca como referente en ataque dentro del 4-2-3-1, última vuelta de tuerca del técnico, abandonando el 3-5-2 parece que definitivamente tras los últimos tres triunfos consecutivos.

El conjunto altoaragonés imprimió ese ritmo alto y característico que es seña de identidad de su juego. El Huesca es un equipo que ofrece mucho más fútbol del que dicta la clasificación. Siempre compite y llega bien al área rival, pero también falla demasiado en el remate. Esa es su condena y la que también le pasó factura en la primera parte en La Cerámica. A los 55 segundos, Chimy Ávila aprovechó un error de bulto en el pase de Funes Mori y encaró solo a Andrés, pero éste anduvo listo, hábil y salvador para evitar un gol que hubiera podido cambiar el signo del partido.

El Villarreal jugó a lo mismo. Sin pausas y buscando las contras, pero con escasa precisión en los metros finales, pese a que Cazorla trazaba los pases con el escrupuloso trazo fino de un arquitecto del fútbol como es el asturiano. Chukwueze anduvo demasiado precipitado y en otras acciones excesivamente empachado de balón. Aun así, el nigeriano fabricó la jugada del 1-0, con un poco de suerte, pero también con ese descaro que le distingue y que compartió Fornals, quien mandó el balón a la red con una rabona, que hubiera sido calificada de frívola si el balón no hubiera dormido en las mallas, tras pegar en la pierna de apoyo del castellonense. Ese gol a la media hora marcaba el camino del final a una temporada de sufrimiento máximo para el Submarino.

Con el 1-0, lo normal hubiera sido congelar el balón y darle pausa al partido. Lejos de ello, el Villarreal siguió jugando de tú a tú al Huesca, con demasiados riesgos que, por fortuna, éste no supo aprovechar. Enric Gallego tuvo dos ocasiones para empatar, pero Andrés y su falta de finura en el remate mantuvieron la ventaja grogueta. Tan loco estaba la tarde, que Samu tuvo la puntilla, pero se atragantó de balón en una contra que parecía el 2-0 y acabó muriendo inocentemente en las manos de Santamaría.

En el vestuario, Calleja corrigió posiciones e intentó que su equipo se empleara con más frialdad para salir airoso de un partido que era vital para cerrar la permanencia. El Villarreal saltó al campo con un 4-4-2 claro, pasando Toko Ekambi a la punta del ataque y Chukwueze, al interior zurdo. El Submarino juntó mas sus líneas y dejó menos espacios.

El Huesca estaba más controlado y apenas llegaba al área de Andrés. Además, los contraataques locales eran cada vez más peligrosos. Pero si una virtud distingue al equipo maño, es su espíritu competitivo y que nunca da un balón por perdido. Y con es espíritu empezaron a lanzar pelota tras pelota al área de Andrés hasta que, en uno de ellos, Chimy Ávila enganchó una semivolea que entró pegada al poste.

EL 1-1... Y CASI EL 1-2 // Dos minutos después, el argentino tuvo el 1-2, pero esta vez Andrés se cruzó en su camino. El partido volvía a estar loco, porque el Huesca sabía que solo le valía ganar para continuar vivo, ya que el empate le metía virtualmente en Segunda A. El Submarino no tenía tanta urgencia, pero la victoria sentenciaba su permanencia, aunque sin el soporte de las matemáticas. En medio del ritmo volcánico, y ya en tiempo de descuento, Fornals encaraba por fuerza, garra y velocidad en solitario a Santamaría, pero en la carrera fue salvajemente interceptado por Pulido, en una entrada brutal, que significaba su expulsión pero a dos minutos del final, al Villarreal no le servía de nada y había perdido la oportunidad de sacar los tres puntos.

El 1-1 no es malo, pero deja un sabor de boca amargo. El equipo de Calleja tiene cinco puntos de ventaja sobre el Valladolid que marca la zona de descenso y solo que dan nueve en juego, pero se escapó una gran oportunidad de apagar el sufrimiento.

LUNES

29 DE ABRIL DEL 2019

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