Si el Tour fuera algo así como una caja con un lazo, que se abriera y surgiera su recorrido como si fuese una sorpresa, enseguida se echaría en falta algún nombre propio, aunque el aficionado, de inmediato, se preguntaría «y para qué». ¿Para qué enviar a los ciclistas por el Tourmalet, por mucho que se le ame, si allí nunca pasa nada? ¿Qué ocurrió en el pasado y aburrido Tour 2016 en la mayoría de montañas de la prueba?

Cunde el ejemplo de la Vuelta, de las etapas cortas --la próxima edición no superará los 3.200 kilómetros en total--, donde se puede atacar desde la salida (recuérdese la maravillosa ruta entre Sabiñánigo y Formigal, en la Vuelta), como puede ocurrir el día de Foix, tras bajar el Muro de Péguère, segunda etapa en los Pirineos con un centenar de kilómetros, de los que gustan a Alberto Contador.

Montaña sin volverse locos

El Tour 2017 ha llegado cargado de emboscadas, de emoción, de jornadas vibrantes, lejos de los Pirineos y los Alpes, por las cuestas de los Vosgos (al quinto día ya aparece La Planche de les Belles Filles) y por el Jura, con un día especial, camino de Chambéry, con una subida casi inédita al puerto del Chat y con una veintena de kilómetros, en descenso, como le gusta al director de la prueba, Christian Prudhomme, camino de la meta.

La próxima grande boucle apuesta por la montaña pero sin enloquecer en programar llegadas en alto (solo habrá cuatro), en despejar el camino de la victoria buscando descensos trepidantes y en no cansar demasiado a los ciclistas con kilometraje en las contrarrelojes, algo que, por supuesto, será del agrado de Nairo Quintana. Una circunstancia que, por lógica, no favorece a Chris Froome, que buscará una cuarta victoria. «Es un Tour para atacantes», recalcó Prudhomme. Con solo 36 kilómetros de contrarreloj (13 en Düsseldorf y otros 23 en Marsella) no debe ser esta especialidad la que defina el Tour 2017, presentado ayer.

No se olvida programar etapas maratón, como la que estrenará los Pirineos, camino de Peyragudes. Y, entre los nombres míticos, en los Alpes, solo se homenajea al Galibier y el Izoard (la etapa reina) como última subida de un Tour para emboscadas. H