Extraño e innovador. Estos serían los dos términos principales para calificar el recorrido del Tour 2020, de Niza a París (del 27 de junio al 19 de julio), que se presentó ayer en el Palacio de Congresos de la capital francesa. Extraño por dos circunstancias que hasta ahora no eran habituales en los Tour de la era moderna (los que se han celebrado después de la Segunda Guerra Mundial). A excepción de la edición de 1992, que partió de San Sebastián, siempre ha habido llegadas en alto en los Pirineos, lo que no ocurrirá el año que viene y, además, por primera vez, no habrá una contrarreloj llana en el menú de la ronda francesa.

Y será también un Tour innovador por el hecho de que su principal etapa (la número 17) finalizará en una nueva cumbre alpina, el Gigante del futuro, el Col de la Loze. Una ruta hacia la estación alpina de Méribel que se asfaltó la primavera pasada, una bestialidad de subida con 21 kilómetros y rampas máximas del 20%, exagerada, como gusta al ciclismo contemporáneo, el que busca la imagen de ciclistas retorciéndose por cuestas imposibles siguiendo la norma creada por la Vuelta.

Una ronda 100% gala

Será también un trazado ciento por ciento francés, sin excursiones al extranjero (el del 2021 partirá de Copenhague, el punto más alejado de París desde que se creó la prueba en 1903) que ya tendrá montaña desde el segundo día (por los alrededores de Niza y con ascenso al automovilístico puerto del Turini, cita habitual del Rali de Montecarlo), llegada en alto a la cuarta etapa, con el aperitivo alpino en Orcières-Merlette, donde, en 1971, Ocaña le sacó los colores a Merckx (aún hospitalizado tras caerse el domingo de la bici), en el Tour que habría ganado si no se accidenta en el Col de Menté, y nueva meta en altituden el Mont Aigoual (Macizo Central.)

Con estos datos, con seis llegadas en altitud si se incluyen también las ascensiones en línea a Pas de Peyrol (13ª etapa, la cima más alta del Macizo Central, al sur de Clermont-Ferrand), Grand Colombier (en las montañas del Jura, 15ª etapa) y Villard de Lans, cerca de Grenoble, el lugar donde Perico Delgado ganó la cronoescalada en su victorioso Tour (1988). Y, precisamente, una cronoescalada, en los Vosgos, en La Planche des Belles Filles, cerrará la lucha por el jersey amarillo a un día de los Campos Elíseos, en una edición que desde 1947 (año del inicio de los Tours modernos) no tendrá una contrarreloj llana en el trazado.

Habrá tiempo también para recorridos turísticos, como el que unirá las islas de Oléron y Ré, en la décima jornada, y que solo puede contemplar la victoria final de un escalador, en una lista que encabeza el colombiano Egan Bernal, último vencedor, y una de las grandes figuras que ayer descubrieron el trazado del próximo Tour. Una cita a la que tampoco faltó su compañero de equipo Chris Froome, y por supuesto líder del Ineos, quien acudió a la ciudad en la que espera lograr un quinto Tour todavía cojeando como secuela del grave accidente que sufrió en junio durante el Critérium del Dauphiné.

«Tenemos un equipo increíble, una reserva de jugadores entre la que elegir muy amplia. No hemos decidido nada para el Tour por ahora. Voy a tratar de recuperarme antes de hablar de quien será el líder. Pero estoy en la buena dirección, soy optimista», indicó el ciclista británico en la presentación.