A Eusebio Unzué, mánager del Movistar, se le hizo tarde. Se entretuvo en el Hospital Universitario de Düsseldorf. Acompañaba a Alejandro Valverde, operado en la madrugada del domingo. Llegó Unzué tarde porque era más importante dejar resuelta la estancia de Valverde, que hasta mañana permanecerá hospitalizado, y ayudar con los trámites a Natalia, esposa de Alejandro, que se queda con su marido, después de que la cuidadora de los niños regresase a Murcia con los hijos de la pareja. Chente García Acosta, director deportivo del equipo junto a José Luis Arrieta, durmió poco y al despertar se fue enseguida a ver a Valverde al hospital. «Valverde ya está animado, pero preocupado por el alcance de la avería que tiene. El cirujano nos dijo que todo había ido bien».

Y es aquí dónde surge la gran incógnita, la preocupación del Movistar por un ciclista insustituible y único en su especie, un corredor al que solo ha tumbado una caída tras casi dos décadas ganando en el pelotón. El sábado, en la fatídica curva de Düsseldorf donde cayeron otros siete ciclistas --uno de ellos Ion Izagirre, que también abandonó, y que hoy será operado en Düsseldorf de las fracturas de dos vértebras en la zona lumbar--, sufrió la lesión más importante de su carrera. Ahora se desconoce cuándo volverá. «Si fuera otro ciclista tendría incertidumbe, por la edad (37 años), pero de Valverde no tengo dudas», indicaba Pedro Delgado desde Barcelona, donde retransmite el Tour para TVE. «Si es bueno en la carretera también lo será para recuperarse», dijo Alberto Contador en la meta de Lieja, al acabar la segunda etapa, ganada por Marcel Kittel, y que ya no vio la bici de Valverde, precisamente cuando llegaba a su ciudad, donde ha ganado cuatro veces la Lieja-Bastoña-Lieja.

NO SE LIBRA NI FROOME // A 30 kilómetros de la meta de Lieja andaba el pelotón tranquilo. Y en eso, con la lluvia enredando, llegó una rotonda y se cayeron los que iban en cabeza del pelotón. Al menos 20. Y uno de ellos, Chris Froome, el corredor que quiere ganar un cuarto Tour. Susto monumental porque Romain Bardet, segundo el año pasado en los Campos Elíseos, también se fue al suelo. Nadie se libra. Y si no que se lo pregunten a Alberto Contador, que hace un año ya se había caído dos veces y que ahora cruza los dedos, porque no es cuestión de habilidad, ni de situación. «Cruzar la línea de meta sin caída ya es motivo de alegría», festejó el corredor madrileño.

En la guerra entre los velocistas, Marcel Kittel (alemán y del Quick Step) demostró su fortaleza. Logró su décimo triunfo en el Tour e hizo historia al convertirse en el primer corredor que ganaba aquí con frenos de disco.