La Provenza es algo así como un pequeño país de aromas especiales donde cantan las cigarras cuando el pelotón del Tour lo atraviesa en el mes de julio. Los pueblos son pequeños, con piedras blancas y terrazas que llaman a buscar la calma mirando el atardecer. Son las mismas terrazas donde el francés genuino toma el aperitivo a base de Pastis. Era el sabor anisado que entusiasmaba a Pablo Picasso cuando compartía mesa en el mes de agosto con los hermanos Apo y Lucien Lazarides. Habían nacido en Atenas pero se nacionalizaron franceses. Lucien tuvo el honor de ser el primer ciclista que coronó el Mont Ventoux, en el estreno del 'Gigante de Provenza' en la ronda francesa, por allá 1951.

Será difícil a lo largo de este Tour, todavía en fase de crecimiento, que etapas del futuro mejoren paisajísticamente los parajes de este miércoles. Quizás, al margen de la competición deportiva, destaca la jornada insular, la semana que viene, tras el día de descanso, que unirá las islas de Oléron y Ré, aunque ya en el Oceano Atlántico.

SIN CIGARRAS Y SIN LAVANDA

En julio cantan las cigarras y la lavanda cubre los campos provenzales. En septiembre las cigarras han pasado a mejor vida y los agricultores ya han recortado la lavanda. Solo queda la imagen de pequeños manojos, allí donde crecían las plantas. El viento sopla con fuerza, aunque también lo hace en julio. No en vano el Ventoux sería algo así como el Monte Ventoso. Recuérdese la última vez que el Tour ascendió por sus laderas. Tuvo que suspenderse la parte final de la subida, allí donde no hay vegetación, allí donde cortaron todos los árboles para construir barcos cuando estos se hacían de madera y no de acero, porque era imposible mantenerse a pie. Y a pie recorrió parte de las cuestas Chris Froome después de ser derribado por una moto de carrera.

El Ródano circula libremente y riega los viñedos, que en septiembre ya están listos para comenzar a preparar la vendimia. Por las carreteras hay poco público y pocas mascarillas, aunque supuestamente sean obligatorias. Hasta llama la atención ver a tanto gendarme con la cara descubierta. Quizás ellos deberían ser los primeros en dar ejemplo para concienciar a la gente.

LOS VIÑEDOS

El Tour atravesó este miércoles las rutas turísticas de la denominación de origen Côte du Rhône, de los mejores vinos franceses, y vio a lo lejos también crecer las viñas que servirán para saborear uno de los mejores rosados del mundo, los Rosé de la Provence, ideales para refrescar una cena con el calor del verano, con el calor de julio.

En septiembre llama la atención comprobar que no solo el Tour es diferente, también lo son las estampas que se van descubriendo mientras se atraviesa Provenza, igual de bella pero con colores distintos a los que se divisan en julio. Los aparcamientos de los pueblos, llenos de turistas y no solo por la ronda francesa, permanecen vacíos. Sigue habiendo muchos hoteles y casas particulares, las denominadas chambres d'hôtes, cerradas. Bajó el turismo y con el verano en fase de clausura ya nadie ha querido abrirlos de nuevo.

LOS HOTELES

También permanecen cerrados los hoteles que ocupan los equipos en Gap, donde durmió principalmente el Tour la noche del martes. Antes eran un foco de aficionados que aguardaban pacientes para hacerse una foto, lograr un autógrafo, aclamar a algún ciclista famoso o simplemente ver las caras de los participantes en la Grande Boucle. Ahora son edificios custodiados porque se quiere evitar que se rompa la burbuja creada para evitar que el virus lo destroce como si utilizase una aguja. Solo entran los clientes registrados y el personal oficial del Tour al margen del séquito de las escuadras alojadas.

La Provenza no ha perdido el encanto, jamás lo perderá, pero como tantas cosas se extraña no escuchar a las cigarras y no ver crecer la lavanda. No hay nada mejor que detener el coche junto a uno de los sembrados y oler el aroma. Pero, como tantas otras cosas, habrá que esperar al próximo mes de julio, coronavirus mediante.