El Villarreal se jugará en la cuna del fútbol la opción de disputar su primera final. El Liverpool, un histórico del fútbol continental y uno de los clubs más laureados de Europa, será el último escollo de los amarillos en el camino hacia Basilea. La expedición del club conoció el desenlace del sorteo de las semifinales de la Europa League en pleno vuelo de regreso tras sellar, el pasado jueves, su clasificación en Praga. Optimismo moderado en los rostros del equipo. El mítico Anfield será una plaza difícil de conquistar el 5 de mayo para ganar el billete de finalista --la ida se jugará en el Madrigal el 28 de abril--, pero el Liverpool actual, con el histriónico Jürgen Klopp al frente, no es aquel conjunto intratable de los 70 y los 80, ni siquiera el efectista de la primera mitad de la década del 2000, de la mano de Benítez. En la Premier no pasa de una discreta 8ª plaza y sus opciones de repetir presencia europea pasa por esta Europa League.

El resultado del primer asalto en el Madrigal será clave. El Villarreal superó las anteriores tres eliminatorias empezando como local. “Le tenemos tomada la medida al hecho de empezar en casa”, confía Marcos Senna, el representante del club ayer en la sede de Nyón, aunque para el capitán, Bruno, el grado de dificultad aumentará con respecto a las experiencias ante el Nápoles, el Leverkusen y el Sparta. “Tendremos que sacar un buen resultado en nuestro estadio, pero ningún marcador en el Madrigal será decisivo. En Anfield nada te asegura el éxito”, explica.

Marcelino coincide con su expupilo Senna a la hora de considerar positivo iniciar las hostilidades del cruce en el Madrigal. “Hasta el punto de que no sé si quería realmente jugar la vuelta en casa. Nos ha ido francamente bien resolviendo las eliminatorias a domicilio”, explicaba el entrenador, que se felicitaba de, como en cuartos de final, haber podido evitar al otro equipo español en el cruce. “No queríamos al Sevilla”, reconocía Marcelino.

EL ‘RIVAL’ PARA LA FINAL // El hipotético enfrentamiento con los andaluces tendrá que esperar ya a la final del 18 de mayo en Saint-Jakob Park. Eso si el equipo de Unai Emery supera a un Shakhtar con ganas de vengar aquel gol de un examarillo, Palop, que les dejó fuera en el 2007, el año del segundo de los cuatro títulos en poder de los hispalenses. H